El fotógrafo Gary llegó al restaurante por sus frejoles con seco de res, yucas sancochadas, arroz blanco, rocotito molido y una jarra de chicha morada heladita.
“María, me vino a buscar el famoso reportero de Política, ‘Cigarrito’. ‘Gary, hermanito, mañana se celebra el ‘Día del Amor y la Amistad’, espero que después del cierre nos vayamos donde la ‘Tía Paquita’, que volvió a abrir un local con guapas chicas para los corazones solitarios. Son hermosas y dan trato de enamoradas. ‘Cigarrito’ no puede con su genio. Es un eterno mujeriego.
Recuerdo que una vez ‘campeonó’ con la redactora más deseada de la Redacción, la bella y escultural Ximena. Mi amigo, cuando está bien picado, contaba la historia: ‘Gary, era cumpleaños de la ‘rubia’, la reportera más achorada de Policiales. Habíamos cerrado la edición y una vez que el inmenso director se fue a su casa, el jefe de Redacción, Micky Blanco, sacó plata de la caja chica y mandó al ‘Cañabrava’ a comprar botellas de pisco, Sprite, hielo y un cartón de Marlboro rojo. La última en llegar fue Ximenita, que se había ido a su casa a cambiarse para llegar bien producida y así conseguir su objetivo: que todos los varones de la reunión estén alrededor de ella. Yo era la estrella de Política y no me iba a prestar a su juego. El editor babeaba por la chibola y le traía a cada rato su vasito con pisco. La chica coqueteaba con todos. Luego se iba al balcón a fumar, solo para esperar que otros vayan a seguir afanándola. A mí solo me miraba de reojo y yo me hacía el loco.
‘Oye, Cigarrito, qué te pasa, por qué me tratas así’, me dijo. Le respondí: ‘Xime, cómo serás de engreída, que crees que porque no estoy en tu corte de viejos cirios te hago falta. ¿No te basta con tener al editor comiendo de tu mano?’. ‘No, no me basta, quiero a todos, sobre todo a ti’, refutó. ‘Ya, sácame de aquí, ya me aburrí, vamos a un sitio más privado y demuéstrame que eres el tigre del periódico’, me dijo con cara de lujuria. La llevé a mi hotelito de Petit Thouars. Nos quedamos hasta el día siguiente. Pero antes de irnos, ‘Xime’ me lanzó una advertencia: ‘Oye, Cigarrito, ni se te ocurra abrir la bocota y contar que estuviste conmigo. Además, nadie va a creer que me iba a acostar con alguien como tú’. Me ardió ese comentario. Me sentí humillado. Yo era un gran periodista y ella recién una chibola que recién empezaba. De frente fui y le conté a la secretaria Juanita, la más chismosa de todo el diario. Todos me creyeron. El editor y el jefe de Redacción dejaron de mimarla y permitirle sus engreimientos y caprichos.
Comenzaron a tratarla como una más y como era floja y escribía mal, le quitaron su fuente. Acostarse conmigo le había hecho perder su aureola de mujer inalcanzable, su estatus de diosa. Al poco tiempo, renunció y dejó el periodismo. Terminó casada con un visitador médico. Poco después se divorció, me buscó, salimos un par de noches y después le perdí el rastro’”. Pucha, ese señor ‘Cigarrito’ fue un gran periodista político, pero no guardó pan para mayo. Me voy, cuídense.
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