
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una humeante sopa de pollo con fideos corbatita y papas, con su limoncito y ají. Para tomar pidió una manzanilla calientita. “María, es una excelente noticia que se haya declarado de interés nacional el plan maestro para la recuperación del río Rímac. Ojalá se cumpla a cabalidad, pues deberán trabajar de forma articulada varios ministerios, 26 municipalidades y tres gobiernos regionales.
El objetivo es lograr que el año 2040 todos los peruanos, porque no es solo para Lima, tengamos al ‘Río hablador’ limpio y accesible, que sea una fuente de vida bella e inspiradora. Es una tarea impostergable y necesaria. El río que alimenta a la capital del país es tratado hoy por mucha gente irresponsable como su desagüe, como una cloaca.
Hay fábricas que a sus aguas arrojan toda clase de desechos, incluso altamente tóxicos como tintes y ácidos. Crímenes de ese tipo, porque esas acciones no pueden ser calificadas de otra forma, deberían ser castigadas con pena de cárcel y fuertes multas económicas.
Hace años había varias clases de peces en el río, pero ahora nada de eso se ve. Desde los puentes muchos arrojan cerros de basura y desmonte, a la vista de todos y nadie dice nada. Eso es un atentado contra la naturaleza, contra nosotros mismos. Es como si odiáramos a nuestra ciudad y a nuestra salud, pues esas aguas son las que bebemos luego de ser potabilizadas.
En otros países, como España por ejemplo, los ríos son un atractivo turístico principal, digno de ser admirado por los turistas. Pero acá sucede todo lo contrario. Lo hemos convertido en una parte fea de la ciudad.
Depende de las autoridades y de todos los ciudadanos convertir al río Rímac en un lugar hermoso, capaz de acoger a diferentes ecosistemas. Eso sería maravilloso. El agua es fuente de vida, no solo para los humanos, sino para diferentes especies de flora y fauna”. Gary tiene razón, debemos proteger lo que es nuestro. Me voy, cuídense.








