Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomito al jugo con papas fritas crocantes, arrocito blanco y, para tomar, una manzanilla calientita. “María, desde que tengo uso de razón leo en las noticias prácticamente todos los días de accidentes de tránsito en los que mueren personas o quedan lisiadas para siempre. Por qué tienen que seguir ocurriendo estas tragedias si se pueden evitar con solo un cambio de actitud de los conductores. No lo entiendo. Si se sabe que el exceso de velocidad, manejar de manera temeraria o borracho y no hacerle el adecuado mantenimiento al vehículo causan tragedias, por qué seguimos cometiendo los mismos errores. Lo más escandaloso es que estamos empeorando. Se ha vuelto una costumbre bastante ‘normal’ que los conductores se pasen la luz roja, incluso delante de policías. No hay respeto a las normas ni a la autoridad. Eso dice mucho de nosotros como sociedad. Manejar como unas bestias refleja nuestro grado de ignorancia.
Hay energúmenos que tocan el claxon como locos, jamás ceden el paso a los peatones, aceleran de manera salvaje, le meten el carro a los demás vehículos y al hacerlo se creen ‘vivos’ o ‘mejores conductores’. Es terrible. Por eso, no sorprende el choque de una cúster de ‘los anconeros’ con un bus del Metropolitano, tras invadir la vía exclusiva de este servicio en la avenida Alfonso Ugarte. El resultado trágico fue tres muertos y más de veinte heridos. Creo que la única manera de frenar esta locura es que las autoridades apliquen las sanciones que ya existen, pero de manera tajante, sin contemplaciones. Además, tiene que haber más controles de velocidad en las calles y más cámaras de video que graben a los que se pasan la luz roja, por ejemplo. Solo entre enero y mayo de este año han muerto más de mil 200 personas en accidentes de tránsito. Ya no podemos seguir así. Debemos hacer algo porque la próxima víctima podría ser alguien cercano”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
