
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un bistec a lo pobre con arrocito y plátano frito. Para tomar pidió una jarrita con chicha morada. “María, muy aleccionadora la entrevista de nuestra página Emprende Trome al chef Rodrigo Fernandini, dueño del famoso restaurante Artesano, en Nueva York. Allí, el cocinero peruano cuenta que sus inicios fueron muy difíciles, pero con perseverancia pudo salir adelante y ahora triunfa.
Remarcó que tuvo que trabajar hasta gratis en algunos locales de comida porque lo que necesitaba era aprender de los mejores. Según dijo, allí reside la base del éxito. Por eso, a los jóvenes emprendedores les aconseja: no piensen en la plata, sino en aprender. Mientras más sepan más recursos tendrán para sobresalir. Pero, sobre todo, hay que trabajar duro, muy duro porque el dinero no crece en los árboles.
El popular ‘Buenazo’, conocido por sus videos de cocina, fue modelo, Míster Perú y hasta estuvo en la tele. Viajó a California para trabajar durante seis años en los mejores restaurantes con estrellas Michelin de San Francisco. Ahora cosecha lo que sembró.
Es un mensaje poderoso para los muchachos de hoy en día, quienes quieren el éxito, la bonanza y la fortuna en un santiamén. Sueñan con el carro de alta gama, la residencia con piscina, los viajes al extranjero y una abultada cuenta bancaria, sin el menor esfuerzo. O sea, sin estudiar, ni trabajar ni emprender.
Por eso muchos se vuelcan hacia las garras de la delincuencia, como ese psicópata del ‘Monstruo’, que no duda en matar y poner bombas en negocios para que le paguen cupos. Pero tarde o temprano terminará con sus huesos en una cárcel, como está pasando con su mujer. Muchachos, nada viene del cielo.
Toda obra grande, todo éxito, toda fortuna se hace con esfuerzo, sacrificio, dedicación y creatividad. Y caminando por una línea recta, no torcida. Es decir, bajo la ley. Miren nomás al expresidente Alejandro Toledo, en un tiempo el hombre más poderoso del país y ahora pasa sus últimos días encerrado en el penal de Barbadillo”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








