Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de pollo con arrocito blanco, salsa criolla y un refresco de maracuyá al tiempo. “María, fue bochornoso e indignante el espectáculo que dio la estilista Lourdes Álvarez Monroy (32), quien golpeó y arañó a una joven alférez de la Policía, quien la detuvo porque manejaba en estado de ebriedad y era un peligro en las calles. Lo increíble del caso es que esta mujer acaba de ser liberada en un hecho que da pie a que exista más impunidad.
O sea, que cualquier salvaje ataque a los policías y no pase nada. Inaudito. En Estados Unidos, por ejemplo, levantarle la mano a la autoridad es un delito grave que se paga con la cárcel. Este es un tema fundamental no solo en la lucha contra la delincuencia, sino también en la marcha de la sociedad, pues la pérdida de autoridad es terreno fértil de acciones que van desde la mala conducta hasta la delincuencia.
Es cierto que hay muchos malos policías prepotentes, abusivos y hasta ladrones, pero la gran mayoría son profesionales responsables que arriesgan la vida por los ciudadanos, al batirse a tiros con las bandas de delincuentes. Esos policías merecen respeto, reconocimiento y admiración, pero muchas veces son objeto de amenazas, insultos racistas y hasta agresiones de parte de gente que, en la mayoría de casos, cree que tener dinero le da derecho a pasar por encima de la autoridad. Nos debe llenar de vergüenza como país que nuestros efectivos teman emplear la fuerza hasta para defenderse de los salvajes que los atacan, incluso en las mismas comisarías, porque si actúan les hacen un juicio por agresión que puede durar años.
Por eso, muchos policías ni enmarrocan a los violentos, arriesgando así su integridad. Y están decididos a soportar la andanada de improperios que les lanzan. Hay que cambiar las leyes que benefician a los agresores de policías y, además, que se introduzcan estrictos protocolos de acción que los efectivos deben seguir cuando se trata de detener a alguien, sobre todo cuando insulta o agrede.
Hay que elevar la moral de nuestros efectivos de la policía para que se respeten más a sí mismos, con lo que también serán respetados y admirados por la gente. Muchos de ellos son padres y madres de familia y hasta abuelos que en lugar de dormir en una tibia cama en su hogar, pasan frías noches haciendo guardia en las calles. Cualquier hombre o mujer que insulte o golpee a un policía debe irse derechito a una prisión por algunas semanas o meses”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.