
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de pollo con frejoles y su ensaladita criolla. Para tomar pidió una jarrita con té de menta calientito. “María, cada 30 de agosto, como hoy, miles de fieles abarrotan el convento de Santa Rosa de Lima, así como el santuario en Quives, donde vivió la santa limeña en el siglo XVI. Todos van con una ilusión: que la patrona de América y las Filipinas les conceda un deseo, muchas veces de salud, trabajo o amor.
Desde hace varias semanas, por ejemplo, los pozos de los deseos en Canta y la avenida Tacna se han llenado con miles de cartas de gente de todas las edades, quienes acuden con alegría y devoción en busca de esperanza y regocijo. Es que la mayoría de los peruanos somos católicos y nuestra identidad se ha forjado en medio de la fe cristiana desde hace por lo menos cinco siglos. Todos están obligados a respetar esta creencia, incluso si pertenecen a otra iglesia o no creen en Dios.
Nunca faltan las personas que colocándose en un pedestal de supuesta superioridad cultural e ideológica se burlan de los creyentes. ¡Ah! pero para exigir que los respeten a ellos sí son muy buenos. No tienen coherencia. Para que una sociedad se desenvuelva en paz, armonía y progreso, nos debemos respetar los unos a los otros. Ninguno se parece a su prójimo. Eso es indudable.
Todos somos hinchas de un club diferente, somos partidarios de ideologías encontradas, tenemos gustos dispares o vivimos en regiones alejadas. Pero si adoptáramos una actitud de respeto a las creencias o formas de ser de los demás, la vida en sociedad sería mejor. Muchas guerras se han iniciado por motivos religiosos. Eso no debe volver a pasar. Pero sobre todo los supuestos líderes de opinión deberían tener un mínimo de mesura y no dejarse ganar por la arrogancia.
No está bien soliviantar a la gente. Y si se equivocan, pues deberían pedir disculpas y ya. En mi barrio hay cristianos, católicos, ateos, apristas, socialistas y fujimoristas, así como hinchas de la ‘U’, Alianza o Cristal, y no nos peleamos. Así debe ser”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








