Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante para llevarse un lomito saltado con arroz blanco graneadito, rocotito y, para la sed, una jarra de maracuyá. “María, la Policía Nacional es una de las instituciones más importantes del país, pues vela por la seguridad de los peruanos. Con facilidad olvidamos su rol fundamental, pero para tenerlo presente basta recordar el caos que se desató en las calles de Lima el 5 de febrero de 1975, cuando un sector de la Policía convocó a un paro nacional exigiendo mejoras salariales. En esa fatídica jornada, durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, se perpetraron saqueos, desmanes, decenas de personas murieron y cientos fueron detenidas. El Ejército tuvo que sacar los tanques de los cuarteles para frenar a los grupos de vándalos que rompían puertas y ventanas de las tiendas con el fin de robar alimentos, ropas, artefactos eléctricos y otros. En ese ambiente de anarquía y terror comenzaron a desatarse incendios en periódicos, en el antiguo local del Círculo Militar en la plaza San Martín, en el Centro Cívico, mientras numerosos vehículos eran consumidos por las llamas. No lo olvidemos, sin la Policía el caos se desataría con facilidad. Y hoy sería mucho peor que hace 45 años, pues la delincuencia actual es mil veces más terrible.
Por eso entiendo la indignación de los policías cuando son llamados ‘asesinos’ por inconscientes que generalizan, tras la trágica marcha del 14 de noviembre en la que dos jóvenes murieron por perdigonazos y muchos otros quedaron heridos. Los culpables deben pagar. No se puede disparar a mansalva a quienes salen a las calles a protestar. Las autoridades ya investigan esas lamentables muertes y hay que estar vigilantes para que se identifique a los responsables y se les aplique todo el peso de la ley, sean quienes sean. Pero las culpas son individuales. No podemos responsabilizar a toda una institución por el mal accionar de unos cuantos. No sería justo ni lógico. Hoy siento a la Policía desmoralizada, fastidiada, y con razón. Olvidamos que en los últimos años miles de agentes han perdido la vida enfrentando al terrorismo, a la delincuencia común y últimamente al coronavirus. Desde mayo último, más de 400 efectivos han muerto por el maldito virus, tras contagiarse por detener a irresponsables que no cumplen el toque de queda, se van a fiestas o juegan pichanguitas. Encima, el gobierno de Francisco Sagasti, con su ministro del Interior, Rubén Vargas, acaba de pasar al retiro a 18 generales, para muchos de manera injusta, pues señalan que no se respetó la línea de sucesión. Sé que por este motivo numerosos agentes sienten que son manoseados por políticos que desprecian el respeto a las jerarquías, fundamental en una fuerza de seguridad como la Policía. Se vienen las fiestas de fin de año, con el consecuente incremento de la delincuencia, así que es importante tener a nuestros efectivos con la moral alta para hacerle frente. Pero con la actual situación, no sería raro que muchos lo piensen dos veces antes de intervenir en los operativos”. Qué situación tan complicada. Me voy, cuídense.