Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un poderoso sancochado con carne de res, pollo, papa, choclo, col y un choricito que le da un rico sabor, junto a una porción de arroz blanco graneadito. Para beber, se pidió una jarra de agüita de cebada al tiempo. “María, cuando los celos en una relación de pareja son exagerados y enfermizos, son una maldición. Terminarán matando el amor. Primero serán los insultos, las ofensas; luego llegarán los golpes. El celoso patológico -hombre o mujer, porque muchas de ellas también son terribles celosas- pierde la razón. Cela a la pareja con todos: vecinos, conocidos, desconocidos, amigos, enemigos, artistas de la televisión y hasta con los mismos familiares, sean estos hermanos o padres. Parece una locura, pero es cierto. Lo que ha pasado en Ventanilla, la semana pasada, no deja de conmocionarme. Un chofer de combi, en estado de ebriedad, arrojó al río Chillón a la madre de sus dos hijos, luego de divertirse en una discoteca, donde habían peleado. Los expertos afirman que el celoso ve a la pareja como su propiedad y le exige fidelidad total, aunque no le haya faltado nunca, y que tenga ojos solo para él. Sin embargo, el celoso jamás le creerá, porque siempre estará seguro de que es engañado o que está a punto de serlo. Por eso redobla su control, su férrea vigilancia sobre el ser amado. Le revisa el celular, ingresa a sus correos, rebusca sus bolsillos y hasta huele su ropa interior, en la búsqueda de rastros que confirmen una traición.
Muchas mujeres y hombres soportan esa situación, que es grave y peligrosa, por distintos motivos. Ya sea porque están enamorados, por los hijos, por cuestiones económicas, porque no quieren admitir que el matrimonio fracasó, por no quedarse solos o por miedo a ser agredido. Lo más grave es que el celoso patológico casi siempre es agresivo y los niños quedan en medio de la violencia. Los pequeños sufren los gritos, insultos y golpizas. Crecen creyendo que es normal y cuando son grandes, repiten ese infame círculo vicioso. Por eso, las víctimas de este tipo de violencia deben buscar ayuda, refugiarse en familiares que las protejan. Se recomienda que las jóvenes se fijen bien en la persona antes de iniciar una relación. Deben estar atentas al comportamiento del otro: si es posesivo, controlador, manipulador o violento. Elegir a la persona correcta puede ser la diferencia entre la felicidad y la infelicidad, y, probablemente, entre la vida y la muerte. Los psiquiatras están de acuerdo en que las personalidades psicopáticas van en aumento en nuestra sociedad. Contra lo que muchos pueden creer, los psicópatas no son producto de la pobreza, pues están en todos los estratos, sino del desamor. Esa es la clave. La persona que no recibió amor, ningún afecto de pequeño, difícilmente podrá darlo. De ahí la importancia de criar a los hijos en un ambiente de amor y de paz, sin violencia y con respeto. Los niños que permanentemente son abrazados por sus padres, quienes además les dicen palabras de cariño, serán chicos pacíficos”. Estoy de acuerdo con Gary. Me voy, cuídense.
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