
Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por un sabroso lomito al jugo con arroz blanco graneadito, rocotito molido y su jarrita de agua de maracuyá fresquecita. “María, me mandó un audio de ‘wasap’ el gran Pancholón, el abogado mujeriego, rey del ‘dame que te doy’, la patadita debajo de la mesa y la sacada de lengüita. Me invitó a su saunita privado donde el chinito Richard y Nilson lo atienden como rey.
Habían preparado la cámara de vapor con sus hojitas de eucalipto, cáscara de naranja, piña y manzanilla. Llegué y vi emocionado al gordito. Estaba con resaca. Tenía un cadenón de oro en el cuello y se le veían los chupetones.
‘Pancholón, se te ve feliz, ¿ganaste un caso? ¿Campeonaste con la señora de las cuatro décadas?’. ‘Chatito- me dijo- la tóxica me acaba de proponer matrimonio. Imagínate. Hace tiempo te conté que soy divorciado dos veces y en mi DNI electrónico figura esa palabra bendita: ‘Divorciado’.
Ya no tengo nada que ver con la ‘innombrable’ hace dos años y ahora sí me podré comprar un ‘depa’ de soltero sin que esa angurrienta intente meterle las uñas. Mis dos matrimonios fueron dos caras de una moneda.
La primera era una santa a la que le jugué mal, fui un perro; la segunda, un sello siniestro, diabólico, y felizmente no tuve descendencia con ella y le canto una clásica de mi brother Josimar: ‘Con la misma moneda, te pagué infeliz/ Ahora vas a saber lo que es ir por ahí/ Que se rían de ti/ Y que te hagan la seña con los dedos así/ Con la misma moneda...’”.

“Pero la felicidad -continuó Pancholón- no es perfecta. La tóxica se alucina mi esposa. ‘Marica, es cierto que usted está divorciado, pero ahora está comprometido conmigo, de aquí para adelante yo soy la novia del gran Pancholón y no me vengas con vainas. ¡¡Oyó usted!!’.
Chato, los sauneros se asustaron al escuchar el audio de la mujer. ‘¿Qué vas a hacer, Panchito?’, me dijeron al unísono. Muchachos -les respondí-, no me complico la vida. Ella me tiene que aceptar tal como soy, con mis defectos y virtudes, ya que la tranquilidad no tiene precio.
La abogada tóxica sabe de qué pie cojeo y cuál es mi debilidad, a mis años no voy a cambiar, no voy a dejar de relatar los partidos que me solicitan mis amigas en la intimidad, no voy a dejar de hacer en la cama ‘el salto del chanchito’, no voy a dejar la patadita debajo de la mesa, voy a seguir viajando por el mundo, voy a seguir reuniéndome con mis amigos, con mi promocion de Derecho de la San Martín, con las pichangas en el Telmo Carbajo con los abogados del Callao, con mis hermanos de Arsenal de la playa Santa Rosa, mis camaradas de los barrios de San Martín de Porres y San Miguel.
Como siempre dije, la vida es una sola y a la tumba no vas a llevar lo material. Las amo a todas. Y ahora pídanle al mozo unas chelas bien heladas y dos fuentes de cebiche de corvina que Pancholón invita. Estoy chocolate, ganado, papáaaaaa’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de cochino y sinvergüenza. Se divorció para seguir siendo infiel. Al final se va a quedar solo. Me voy, cuídense.
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