El fotógrafo Gary llegó al restaurante por unas ricas lentejitas con arroz blanco y un pescadito frito encima. Para calmar la sed, se pidió un emoliente con linaza tibiecito. “María, la gente le exige al presidente Vizcarra que se ponga a trabajar como debe ser. Hoy tiene la cancha libre para realizar los cambios que considere necesarios, pues ya no está el Congreso, al que calificaba de obstruccionista.
Problemas urgentes para solucionar hay muchos, como la inseguridad ciudadana y la reactivación económica. Pero también está el tema de la salud y de los hospitales, que son una verdadera pesadilla para millones de peruanos que no pueden pagar una clínica.
Lo que ocurre en los centros de salud del Estado es incalificable, con enfermos, muchos de ellos ancianos que apenas pueden caminar, que deben esperar tres meses o más para sacar una cita. O que deben levantarse de madrugada, cuando todo está oscuro, para tomar un micro y hacer colas durante horas, desde las 4 de la madrugada, soportando el frío y el cansancio para que sean atendidos.
Ya en el consultorio, muchos médicos ni siquiera se dignan a mirar al paciente, al que tratan como a cualquier cosa, sin ningún respeto. Claro que hay doctores respetables que se preocupan por los enfermos, pero parece que cada vez son menos. Encima, los hospitales siempre tienen carencia de equipos, de medicinas y de otros insumos, por lo que los pacientes deben esperar meses para ser operados. Muchos se mueren esperando esa cirugía.
Cuando hace años le preguntaron a una antigua congresista si alguna vez había ido a un hospital peruano para atenderse, con cara de asco respondió que ella ganaba su plata y por eso solo iba a clínicas, pues consideraba indigno ir a un establecimiento de salud pública. Tenía razón. Es indigno someterse al humillante trato que se recibe en dichos nosocomios. El problema es que millones de peruanos enfermos no tienen otra salida.
Como si fuera poco, las medicinas en el Perú son de las más caras del continente y el Estado no dice nada. Qué envidia con países como Canadá, donde el sistema de salud es financiado por el gobierno y se basa en cinco principios: es accesible a todos sin importar sus ingresos, ofrece servicios completos, es de gestión pública, es de acceso universal a los ciudadanos y residentes permanentes, y se aplica dentro y fuera de ese país para los canadienses.
Dirán que el Perú es un país pobre que no puede hacer eso. Habría que preguntarse si los miles de millones de dólares que perdemos por autoridades corruptas no bastarían para convertir nuestro sistema de salud en algo decente. El presidente Vizcarra debería sentar las bases para comenzar a transformar los servicios públicos de salud. Pasaría a la historia”. Gary tiene razón. En este país da miedo enfermarse. Me voy, cuídense.