Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomo al jugo con papas fritas, arrocito graneado y rocoto molido. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, ayer se celebró en todo el Perú el Día del Trabajo. Mi homenaje a todos esos chambeadores que se ganan el pan diario con honestidad y esforzándose para mantener a sus familias.
Y pese a que estamos en crisis económica, no hay trabajo, los sueldos siguen bajos y faltan oportunidades, hay que seguir con fe. El gobierno debe esforzarse por formalizar a la gente, pues vay varios millones de peruanos en la informalidad.
Están en la minería, en el comercio ambulatorio, en los pequeños negocios, los emprendimientos y otros. Si todos fueran formales, habría más impuestos que recaudar y dinero para invertir en la construcción de hospitales, carreteras y obras de saneamiento. Debemos contribuir aunque sea con un granito de arena a engrandecer el país.
El peruano, por naturaleza, es chamba. No le hace ascos al trabajo como gente de otros países. Si perdió el empleo arma un emprendimiento o vende hasta caramelitos en los buses con tal de llevar un pan a la boca de sus hijos.
Ayer que fue feriado, vi a gran cantidad de comerciantes en sus puestos, a policías dirigiendo el tránsito, a vigilantes, a periodistas cubriendo noticias, médicos y enfermeras atendiendo en los hospitales. A ellos un homenaje y reconocimiento. Así se hace patria, laborando, no como esos congresistas que se suben el sueldo cuando quieren sin importarles que hay miles de peruanos que no saben si comerán mañana.
La base del progreso está en el trabajo, el esfuerzo, dedicación y disciplina. Solo así se saldrá de la pobreza y el atraso. Y también dejando atrás la informalidad. Se puede comprender que en una primera etapa los que tienen un comercio no se formalicen, pero pasado un tiempo es necesario que lo hagan, no solo para crecer como empresa, sino porque el país necesita de los tributos para progresar y hacer las obras que todos necesitamos”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.