El Chato Matta llegó al restaurante por su rica chanfainita que tanto le gusta con arroz blanco bien graneadito, canchita serrana, rocotito molido y su jarra con chicha morada al tiempo. “María, mi hermano Pancholón me timbró emocionado por los 80 años de su viejo ‘Mazamorrita’, a quien adora. ‘Chatito- me gritó- te invito un Cartavio XO, la vida es una sola, somos los que somos, abre que voy. Chato, mi viejo es un grande, todo lo que soy se lo debo a él. Siempre dio todo por su familia y eso lo voy a valorar siempre. Recuerdo la primera vez que ‘debuté’ como narrador deportivo en la Copa América de Chile 1991. ‘Mazamorra’ me dijo: ‘Panchito, llegó tu oportunidad, es hora de saltar a la cancha, tú mismo eres. Hoy debutan chibolos en la selección como , con 17 años. Tú también vas a debutar en Santiago’. Me emocioné tanto que boté algunas lágrimas. Me fui con una gran bolsa de viaje. Después de la chamba, con mi ‘batería’ nos íbamos en las noches a los bares y discotecas del barrio bohemio de Bellavista, en la calle Pío Nono.

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Estábamos tomando ‘piscola’, un infame trago mapochino, cuando mi asistente técnico, ‘El Cura’, me dijo: ‘Panchito, esa blanquita te está comiendo con los ojos’. Era una belleza que reía con sus amigas que tenían el uniforme del local. Era la hija del dueño y también la administradora. Escribí en una servilleta: ‘He venido de tan lejos para iluminar mi vida observando tu sonrisa’. Entrégasela, le ordené al mozo y le di 5 dólares. Cuando vi que la leía y me miraba y sonreía, grité ¡bingo! Al rato, el mozo llegó con un recado: ‘Está ganado caballero, dice Ximena que la espere en la esquina para ir a una discoteca. Y que su consumo va por cuenta de la casa’. ¡Chita la payasá!

Llegó con dos amigas que trabajaban en el bar. Mis amigos ‘El Cura’ y ‘Carepan’ se ganaron con ellas, qué fácil podrían trabajar ahora en. Pero Ximena era la más hermosa. De frente la llevé a la pista de baile y recuerdo que la mareé dándole vueltas bailando ‘La bilirrubina’ de Juan Luis Guerra. ‘Panchito, eres lo máximo en la pista, mis paisanos no saben bailar’. La aparré en ‘Burbujas de amor’ y la besé apasionadamente con ‘Estrellitas y duendes’. ¡Gracias Juan Luis Guerra!

Esa noche los tres peruanos nos fuimos a nuestro alojamiento con las bellas mapochas. Pero sucedió algo imprevisto. La habitación estaba helada y pese a que Ximena estaba encendida, hasta las seis de la mañana no me vi con ‘Paraguay’. ‘No te preocupes Panchito, de repente te puse nervioso... Felizmente la Copa América recién empieza y tendremos más partidos’. Cuando bajé a tomar el desayuno buffet me encontré con ‘El Cura’ y ‘Carepan’ con unos cacharros de velorio. ‘Panchito, no sé qué pasó, dejé mal a los varones’. El viejo administrador escuchó nuestra conversación: ‘Po cabritos, ustedes no son el problema, po. Es el frío, po. Sus cuartos no tienen calefacción y estamos a menos de diez grados de noche, po’. Ese era el problema, el gélido frío santiagueño que te congelaba los huesos y hasta el ‘muñeco’.

Como teníamos buena bolsa de viaje, gracias a ‘Mazamorra’, compramos tres calefactores. Desde esa noche y durante los veinte días que nos quedamos en Santiago, los tres ganamos por goleada para felicidad de las chilenitas que querían más ‘goles peruanos’. Ahora me alisto para alentar a la selección en Paraguay en el inicio de las Eliminatorias. ¡Arriba Perú!!!’”. Pucha, ese señor Pancholón es tremendo sinvergüenza y cochino, y todavía cuenta sus historias. Me voy, cuídense.

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