El Chato Matta llegó al restaurante por un cebichito de perico con choclito y ají limo, un arrocito con mariscos y una limonada frozen. “María, el gran Pancholón me mandó un mensaje por ‘wasap’: ‘Chatito, la vez pasada casi no la cuento y prometí cambiar, dejar las noches y amanecidas con mujeres y ron. Pero no puedo con mi genio. Los abogados del Callao, Calulo, Onur y Juancito, me inquietan’. A cada rato me dicen: ‘Pancho, no seas malo, tú eres el rey de la cochinadita y el dame que te doy, la vida es una sola’. En eso se apareció el doctor Chotillo: ‘Maestro, acabo de inaugurar un huequito espectacular en San Miguel. Allí conocí a unas primas, son unas bellezas, mejor que las hermanas ‘Serpashian’ del Wasap de JB’. Pancholón se relamió los labios. Canelita y sus primas lo dejaron boquiabierto. Pantalones apretaditos, cinturitas, tinte rubio y coloretes rojos. Chotillo le dijo que podía estar con cualquiera de las cinco primas, menos con Canelita: ‘No me vayas a partir con ella, como lo hiciste con la mujer con que me iba a casar, esa sí no te la perdonaré. Ahora soy celoso con mi personal’. Justo las primas preparaban un lechoncito en ‘caja china’, que estaba para chuparse los dedos.

Pero Canelita, apenas me vio, me empezó a torear. Me hacía juego de luces: ‘Panchito, me han contado que eres terrible. ¿Quieres que te dé lechoncito en la boquita?’. La muy bandida se dio media vuelta para recoger una botella de gaseosa del suelo y le enseñó todo el esplendor de su hermoso cuerpo. Era una invitación al pecado. Perdió Chotillo por sano y gilazo. Pancholón la arrinconó y le robó un beso profundo. ‘Pancho, espérese, papi’, dijo Canelita. Hablaba como colombiana y eso lo excitaba más: ‘Usted es un gordito lindo, nos vemos arriba, pero eso sí, que no te vea Chotillo. Él se ha enamorado de mí y me ha prometido llevarme a Miami’. Los hombres pierden la razón por una mujer como Canelita, pensé. Pancholón me siguió contando: ‘Chato, te juro que se me subió el trago. Ebrio de lujuria y con ganas de partir mil veces a Chotillo, cometí el error de meterme un pastillón azul de Sildenafilo de 100, para dejar bien a los varones.

Cuando ya estaba encima de la diosa de carne y hueso, la cama me daba vueltas como cantaba el gran Pedrito Suárez Vértiz. Solo recuerdo que ella me susurraba: sigue, sigue, Panchito. Eres un toro, no pares, ah, uh, oh, buuuu, grrrrrrrr. Pero yo me sentía como un pollito mojado. Empecé a temblar, el corazón parecía que iba a reventar en mi pecho.

Comencé a botar espuma por la boca y la chica salió corriendo desnuda del cuarto gritando: ¡El gordo se muereeeeee! Fue un escándalo. Felizmente, me llevaron al hospital. Chato, la doctora me ha prohibido el alcohol, las grasas y nada de sexo por seis meses. Ya van dos semanas que no salgo en las noches. Todas mis salientes me revientan el celular. Es una pesadilla. Nooooooo’”. Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y siempre anda en problemas por mujeriego. Me voy, cuídense.

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