El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso cebiche de cojinova recién salidita del mar, calamar, choclito y bastante ají limo. De segundo, un chaufa de pescado y para beber, una jarrita de chicha morada al tiempo. “María, el gran Pancholón me mandó un mensaje de ‘wasap’.
‘Chatito, deja tu carro, yo te pago el día. Te espero en mi sauna privado. Marquito está poniendo hierba fresca, con bastante eucalipto, manzanilla, hierbaluisa, romero y su toque de canelita, que le da un rico aroma. Vuela’. Nos metimos a la cámara de vapor a más de 50 grados. Salimos para entrar al jacuzzi, pidió dos cervecitas heladas y una salsa que canta ‘Josimar y su Yambú’ y se puso a cantar... ‘Ella besó, me acarició, hasta mi alma estremeció/No me acordé jamás de ti, en esa cama fui feliz./Hacía mucho no sentía tanto fuego/que hasta creí que me quemaba todo el cuerpo./Y me amó, me cuidó, muchas cosas me enseñó,/me entregué y viví lo que por ti no conocí./Ya no hay más nada de que hablar/esta venganza hizo el final y por vergüenza creo que solo te irás.../Con la misma moneda te pagué infeliz...’. ‘Chatito -me dijo el abogado-, este es mi refugio. Vivo estresado, los tramposos sufrimos mucho y aquí me relajo. Después del Perú vs. Colombia me metí tremendo bombón, la hice como en mis épocas de oro. Pero los años no pasan en vano, por mi vida han pasado muchas mujeres, nunca he sido malo, siempre canté las cosas claras, pero reconozco que soy inmaduro y me volví ‘podrido’ desde que era un adolescente y una prima me enseñó cositas ricas. Allí me loqueó. Cada vez que veía a una mujer, alucinaba que estaba conmigo en la intimidad. ‘Pancho -le pregunte-, ¿no te aburres de la vida que llevas?’.
‘Hijo, soy humano y mi corazón también ha sido golpeado. Hace poco me llamó un antiguo amor del extranjero y recordé mis épocas de lujuria. Se llamaba Cindy. Esa mujer movió mi matrimonio. Una noche la recogí en su casa y de repente la llevé a ‘La Posada’, el hostal de los infieles. Pero la noté rara. Antes de que me metiera a la ducha, me agarró de la mano: ‘Quédate un ratito más en la cama, te tengo que confesar algo. Gordito -me dijo-, he conocido a un buen hombre y el próximo mes me voy a casar. Es un peruano que vive en Estados Unidos y está loco por mí. Ya ha venido dos veces, va a mi casa, nos lleva a comer a lugares lujosos con mi mamá. Su confesión me dejó helado, pero al toque le hice la pregunta del millón de dólares. ¿Lo amas? ‘Nada que ver -me dijo-, pero es bueno, lo hago porque los años pasan y se me va el tren. Tú no me ofreces nada seguro, solo hostales al paso, sexo y sándwiches de 5 soles’.
De inmediato le propuse: ‘Cásate, pero no me dejes’. ‘Te lo prometo’, me dijo ella. Nos miramos y besamos apasionadamente. Pobre hombre, pensé. El abogado se puso nostálgico’”. Asu, ese señor Pancho es un sinvergüenza y todavía cuenta sus historias. Va a terminar viejo y solo. Me voy, cuídense.
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