El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso seco de res con frijoles, arroz blanco, salsa criolla y rocotito molido. Para calmar la sed pidió una limonada frozen. “María, recibí un audio de ‘wasap’ del gran Pancholón, el abogado mujeriego que tiene miles y miles de amanecidas a puro ron. ‘Chatito, me dijo, deja tu carro y ven al toque a mi búnker, vamos a tomarnos un Cartavio X0 en las rocas y comernos unas alitas al limón. Eso sí, no le avises a nadie, ten cuidado con los envidiosos y mala leche’.
Fui y encontré a Pancho abrazado a su fiel chamita tóxica, quien le daba besitos en la orejita y le decía ‘mi zorro viejo, a usted lo amo, marica’. ‘Chato, los años pasan volando, increíble ya estamos 2024, la vida me sonríe, ya me divorcié, tengo un camionetón del año, dólares en mi billetera y bebitas que se acurrucan en este pechito, pero se acerca mi cumpleaños y debo esconderme. La fama trae consigo cosas buenas y malas.
Como cantaba el maestro Rubén Blades, en ‘Maestra vida’: …/Y tengo amigos conocidos y enemigos/ amores que me han querido/ y rostros que niegan verme./ Me encontré frente a la muerte/ y en sus ojos he sentido y con el miedo conmigo/ así yo aprendí a quererte/ y hoy sé que nada es seguro/ ya que todo es pasajero./ La muerte es el mensajero/ que con la última hora viene/ y el tiempo no se detiene/ ni por amor ni dinero…
Tú eres mi hermano y sabes que he tenido muchas mujeres y estoy en el top ten de los grandes. Encima mi horóscopo chino dice que este año me irá bien en el amor, pero las loquitas me persiguen y la próstata ya me está fallando. Me demoro para orinar y la vez pasada me dio taquicardia en La Posada.
La verdad es que cada cierto tiempo me topo con alguna mujer que tiene una pelea de gatos en la cabeza. Una morocha desquiciada, la loca Cinthya, me acosaba al punto que tuve que pedir garantías para mi vida. Me seguía y se aparecía en los bufetes de abogados donde trabajaba. Enamoraba a mis amigos para que la datearan de mí y nunca faltan los traidores, esos que te envidian…
Una vez, en el hotel, me amenazó con reventarme la copa de vino en la cara si yo no le firmaba un papel que había preparado, donde prometía separarme de mi esposa. Fue la gota que derramó el vaso. Hablé con su familia y alarmados la mandaron a Estados Unidos.
Después apareció la ‘Gata’. Fue a mi oficina con un pantalón apretadito, una cintura de avispa y una carita de pícara. Llegó como cliente de mi socio, pero él no estaba y me clavó una mirada que me desnudó. ‘Doctor Pancholón, me han hablado mucho de usted. Podría hacerle una consultita, pero no sé cómo le voy a pagar’…
Me la llevé a comer un cebiche a Chucuito y tomamos unas cervecitas. A la hora ya estábamos chapando y dos horas después en La Posada. Pero cometí el error de pedir más trago a la habitación. El licor la desquiciaba. Comenzaba hablándome de mi señora.
‘Desgraciado, cochino. Qué haces con esa si yo te doy lo mejor. Eres una basura’. Por eso estoy aquí escondido. Esa loca es capaz de todo. Además, por mi cumpleaños todas quieren encerronas y tengo que hacerla bien, de lo contrario pierdo por goleada’”. Pucha, ese señor Pancholón recibe su merecido por cochino. Ya está viejo y sigue más sinvergüenza. Me voy, cuídense.