El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso chanchito en caja china. “María, el gran Pancholón me mandó un ‘wasap’ urgente. ‘Chatito, deja todo y baja en one a mi depa de soltero para contarte la última. Cuando llegué, el abogado mujeriego escuchaba a todo volumen una canción que se le ha pegado de Josimar y su Yambú: Ella besó/me acarició, hasta mi alma estremeció/No me acordé jamás de ti/en esa cama fui feliz/Hacía mucho tiempo no sentía tanto fuego/hasta creí que me quemaba todo el cuerpo.../ Con la misma moneda te pagué infeliz/ahora vas a saber lo que es ir por ahí/Que se rían de mí/que se burlen de ti... Y que te hagan la seña con los dedos así.../Causita -me dijo- estaba saliendo de Palacio al mediodía de ganar un juicio y sonó mi teléfono. Era Chotillo, el cirujano de las estrellas: ‘Pancholón, por fin me contestas. Tengo una nueva novia espectacular. Operé dos rodillas, salgo en televisión, estoy ganadazo y Mery está de viaje con su familia, así que tengo cancha libre. Quiero hacerla linda, pero en un sitio bien caleta. Panchito, la amiga de mi hermosura se muere por conocerte. Ya de ahí que pase lo que pase’. Click. María, llegué y vi al cirujano que abrazaba a un mujerón. Milett y Dorita son un chancay de a ‘china’ a su lado. Chotillo la tenía bien apachurradita.
‘Ella es mi amor y su amiga es toditita para ti’, me dijo. Volteé y vi a una tía que se parecía a Abencia Meza. Se acercó y gritó: Panchito, no te me corras emperadorrrrrrr. Ya me contaron que eres el Coyote, porque solo paras con trampas, ja, ja, ja. La belleza que estaba con el doctor me impactó, se llamaba Julieta, era argentina y vi que lo besaba con los ojos bien abiertos. El emperador no perdió tiempo, se tomó dos vasos cargadazos de Johnnie Walker etiqueta dorada y gritó: ¡¡Julieta, te voy a narrar el último gol de Paolo, no te vayas a molestar. ‘Toca la pelota Trauco, avanza por la banda izquierda, se perfila, levanta la cabecita, tira el centro, la mata Paolo con el pecho, la amortigua, frena a Funes Mori, qué calidad, por mi santa madrecita. Se enfrenta a Chiquito Romero, dispara y gol, goooool, gooooolllllll, peruano, carajo. Para todo el mundo, por mi viejita, por mi mazamorrita, Paolo vales un Perúuuuuuuu!! La gaucha que ya se le había subido el whisky se emocionó. Al partidor le brillaban los ojos. Después se acercó a Chotillo y le sirvió un vaso de whisky llenecito. ¡Lo quería emborrachar! El cirujano ya estaba movidazo. ‘Tú me salvaste de un juicio, Panchito, te debo la vida, te agradezco...’. El gordo, en vez de abrazarlo, le volvió a llenar el vaso con whisky y no le puso agua ni hielo. Al rato gritó: ‘Hey, seguridad. El doctor ya está cansado. Llévalo en tu taxi a su casa y, de paso, dejas a su amiga Abencia. Yo voy a llevarla a ella a comer un sanguchón’. Al rato se perdieron con dirección a ‘La Posada’. Los gritos de ¡ah, ah, ah!, se escucharon a dos cuadras a la redonda”. Pucha, ese señor Pancho no respeta nada, ni a sus amigos. Me voy, cuídense.
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