El Chato Matta llegó al restaurante por un cebichito de cachema con camote y canchita. De segundo, se comió un sudadito de chita con yuca, una porción de arroz blanco y su rocotito molido. También se pidió una jarrita de chicha morada al polo. “María, Navidad y Año Nuevo trabajé parejito y por eso empecé el año cansado. Me daba sueño al mediodía, en la tarde y antes de las 9 de la noche ya estaba durmiendo. El jueves estaba llegando a mi casa y sonó mi celular. Era el gran Pancholón, el abogado mujeriego que no cambia ni con la llegada del 2017 y sigue en sus andanzas. ‘Chatito -me dijo en tono bajito-, tú eres mi hermano. Solo confío en ti. Desde Año Nuevo estoy escondido en una casa de playa cerca a Asia, que me prestó mi ‘brother’ de ‘Los matreros del Lawn Tennis’. Ven a verme, pero asegúrate de que nadie te siga. Solo aquí me siento seguro. Clic’. ‘Pancho, ¿qué pasó?’ ‘Chatito, todo empezó en los últimos días del año. Llegaba al Poder Judicial y vi en la puerta de un juzgado a un mujerón. Blancona, buenas caderas, bien al tinte y colorete rojo.
Ella me miró y sentí una mirada de esas que te barren de arriba a abajo. Me hice el sobrado y pasé de largo, pues sabía lo que venía: ‘Doctor, disculpe que lo interrumpa. ¿Usted es el abogado que sale en la televisión, no? Lo estaba esperando. Tengo un gran problema y necesito su ayuda’. Cuando pronunció esas palabras, acercó sus pechos hacia mí. Me hice el serio y le dije: ‘Espéreme un ratito, tengo que atender a un cliente muy importante’. Llamé a mi secretaria y le dije que me iba a una diligencia urgente a Chincha y que no iba a llegar a la oficina en todo el día. ‘Doctor, me dijo Sheyla. ¿Me va a secuestrar?’ Nos fuimos a una cebichería en Chucuito. ‘Pancho, me dijo, pídete un cebichito y dos cervezas negras’. Al rato ya la estaba chapando. ‘Panchito, solo te pido algo. Que no se entere mi novio, que no se entere...’. Chato, no puedo con mi naturaleza. Cuando me decía que su novio era mi colega, me excitaba más. En una hora ya estábamos en un hotel de tres estrellas bien bacán, con agua caliente y jacuzzi. Sheyla era una fiera en la intimidad y me hizo sudar más que en la cámara seca del sauna. ‘Llámame diablita... Soy tu diablita’. Yo ya estaba poseído por los demonios de la lujuria. ‘Soy tu tigre, grrrr, auggggg’, grité en mi delirio. Chato, te juro que se me aceleró el bobo, pensé en mis triglicéridos y la presión alta, pues la vez pasada me internaron de emergencia, pero también dije ‘si me muero aquí, me voy en la mía, feliz de esta tierra’. ‘¡Qué vivan los partidores!’, grité. Quedamos en volvernos a ver, pero le advertí: ‘Ni se te ocurra contarle a tu novio, yo lo conozco. Ese defiende a puros bandidos’. Pero hay mujeres que están tiradas para el mal. Esa misma noche recibí una llamada a mi celular. ‘Oye, gordito. ¿Te crees vivo, no? Ahora vas a parar, ¿te crees un tigre, no? Ya vas a ver, conch...’. Lo peor es que días después vi una moto con dos apeligrados que me seguían. ¡Qué palta!, nunca debí meterme con esa mujer, voy a plantarme un buen tiempo, encima me ha dado ataques de pánico y taquicardia. Eso me pasa por partidor” Pucha, ese señor Pancholón no escarmienta. Pasan los años, está viejo y sigue siendo un sinvergüenza. Me voy, cuídense.
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