El llegó al restaurante por una deliciosa papa a la huancaína y un arroz con pollo parte pierna, presa grande con ajicito molido. Para calmar la sed, se tomó una jarrita con agua de emoliente con linaza. “María, el viernes ya me iba a la cama para ver una película de acción en Netflix y sonó mi celular.

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Era el terrible , amo y señor de la noche, la cochinadita y el dame que te doy. Se escuchaba salsa a todo volumen. ‘Chato, no seas sano, cómo te vas a dormir, si la vida es una sola y la noche es joven. Baja urgente’.

El gordito me puso las pilas. Llegué y ya estaba movido, y cantaba a todo pulmón uno de sus temas preferidos de Josimar. ‘Yo soy un vagabundo/ que anda por el mundo/ derrochando amor/ Yo soy un mujeriego/ Pobre, muy sincero/ con el corazón/ Me gusta la farra y las mujeres buenas/ Vivir con amigos vaciando botellas/ Me gusta la vida, me encanta el amor/ Soy aventurero con el corazóoooon...’. Había una botella de pisco moqueguano en la mesa. ‘Chato, estas cuarentenas del gobierno me tienen loco, estresado, por eso me tomo unos traguitos a puertas cerradas.

Ayer -me contó- me di una escapada a La Posada con una charapa que se parece a la cantante de ‘Explosión’ y cuando terminé parecía que me habían agarrado a palos, molido, trapo, pero eso sí, dejé bien a los varones. Los años no pasan en vano, pero uno siempre tiene sus recursos, ‘gallo viejo con el ala mata’.

He tenido muchas mujeres, algunas dejaron huella en este pechito. Marita fue mi bobo, lo malo es que estaba casada con un marino y no podía salir mucho. Por eso me emborrachaba todas las semanas y una vez fui a tocar su puerta en la madrugada y me corretearon a balazos.

Uno es humano y perdí la cabeza por ella. Una noche de lujuria me dijo: ‘A nadie le he entregado todo mi cuerpo como a ti. No pasa nada con mi esposo, solo estoy con él por mis hijitos. Soy toda tuya, Panchito... hasta mis orejitas son tuyas, mi tigre, mi rey, mi papi’.

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Pero estaba mal de la cabeza. Sabiendo que en ese tiempo yo también tenía mi pareja, me chupeteaba el cuello y el pecho, y me besaba con rímel mis camisas. Se loqueaba en la intimidad. Una noche que se pasó de tragos me encaró con los ojos desorbitados: ‘Deja a tu mujer y yo lo haré con mi esposo, nos vamos juntos a vivir a .

Me hizo pisar tierra. Me estaba comiendo el cerebro. Me arranqué en una. Desaparecí de su vida. A los años volví a verla, se había divorciado del marino y estaba de novia con un cholón de harto billete. Se iba a casar con el ‘Rey de la cebolla’. ‘Panchito, escoge, o te quedas conmigo o acepto a Toñito, quien me ha propuesto matrimonio. Dice que no importa que no lo ame, está loco por mí’.

Le canté la cruda. ‘Marita, aprovecha. Yo soy un perro, nunca me he enamorado de nadie, tú me gustas un montón y me encanta cómo me haces el amor en La Posada, pero no puedo hacer vida de casado con nadie. Dale el sí al cholo y podemos vernos a escondidas’. A las tres semanas me llegó un parte de matrimonio. Me estaba invitando a su boda. La llamé y nos encerramos en el hotel dos días antes de que se case. Le di su regalo y ella me dejó otro chupetón’”. Pucha, ese Pancholón es un cochino mujeriego y sinvergüenza. Me voy, cuídense.

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