El Chato Matta llegó al por una rica papita a la huancaína, su arroz con pollo parte pierna y una jarra con refresco de maracuyá heladito. “María, me llegó un mensaje de ‘wasap’ que decía urgente: ‘Chatito, no me abandones, tú eres mi único amigo, estoy mal, te espero en mi depa, vente en una...’.

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La verdad es que me preocupé por el gordito mujeriego. Tantas amanecidas y noches interminables de ron deben estar pasándole la factura, pensé. Llegué volando y lo encontré echadito en su cama. ‘Causa’ -me dijo-, ‘casi no la cuento’. Todo por culpa de mis amigos, los abogados del Callao, quienes me vieron bajoneado porque me salió mal un negocio y me presentaron a una chica que tuvo su cuarto de hora en la televisión para levantarme el ánimo.

‘Doctor, bote las malas vibras de los enemigos y el estrés en La Posada’, me dijeron. ‘Somos los que somos, abre que voy’, grité emocionado y enrumbé al hostal de los infieles, donde me abren las puertas a toda hora porque llevo entrando más de 25 años a ese point. ‘¡Uy, este gordito no creo que funcione!’, escuché que murmuró la modelito, y me puse bravo, como esos toros que recién salen en las corridas.

Pedí whisky etiqueta dorada y salsa de que tanto le gusta... ‘Ella besó, me acarició, hasta mi alma estremeció/ No me acordé jamás de ti, en esa cama fui feliz/ Hacía mucho no sentía tanto fuego, hasta creí que me quemaba todo el cuerpo/ Y me amó, me cuidó, muchas cosas me enseñó, me entregué y viví lo que por ti no conocí... Con la misma moneda te pagué’...

Nunca me he metido esas porquerías por la nariz

Todo estaba bonito y pensé ‘voy a dejar bien a los varones con mi espectacular y legendario salto del chanchito’. Pero apenas empezó la función me comencé a sentir mareado. Me ardía el pecho, me ahogaba. Chato, tú sabes que soy sano. Nunca me he metido esas porquerías por la nariz, solo mi traguito y mujeres. Pero siempre fui inquieto.

La mujer que más amé en la vida fue la madre de mi hijo, pero igual, no soportaba hacer vida de casado. Sentía que vivía en una jaula y me escapaba en las noches con cualquier pretexto. Hacía que me llamen de urgencia por un caso en la comisaría. ‘Tengo una diligencia, mi amor, voy a chambear, monedas son monedas... Me han querido atrapar, hacer la camita, el corralito y hasta brujería cuando encontré un muñeco gordito clavado con un montón de alfileres en la puerta de mi casa, pero nadie puede cambiarme. La cosa es que lo último que recuerdo es que todo se nubló. Quería abrir los ojos y no podía. A lo lejos escuché que gritaban ‘se muere, se muere el gordo...’.

Desperté en la clínica. Chato, tengo neumonía por bañarme calato, los años no pasan en vano, pero los viejos guerreros mueren de pie, así que estoy esperando recuperarme y hacerla bonita, la noche es joven, la pampa es para todos, dame que te doy’”. Ese señor Pancholón es un cochino y mujeriego. Ni porque está enfermo deja de contar sus sinvergüencerías. Me voy, cuídense.

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