
El Chato Matta llegó al restaurante por un cebiche de carajillo, un arrocito con mariscos jugoso, rocoto molido y una limonada. “María, el gran Pancholón me timbró el jueves para adelantar la Navidad con un rico Cartavio XO en las rocas... Al día siguiente nos fuimos a su sauna privado donde el Chinito Richard y Nilson le ponen hierba fresca y cascarillas de naranja.
‘Chatito, en pocos días se fueron dos grandes de la salsa de El Gran Combo, primero el maestro Rafael Ithier y después el gran Papo Rosario, famoso por cantar ‘El carbonerito’.
La vida es una sola, papá, hay que hacerla bonita, dejar bien a los varones y gozar porque los años se pasan volando. Yo soy un hombre de mundo, he viajado a un montón de países y conocido muchas mujeres. En Rusia me enamoré de una mujer espectacular que me decía: Yo le amo a Pancholón... En Miami tengo a mi coloradita Susan, a quien le hice el amor en un yate, y repetía: Oh, oh, oh, my God...
Tengo muchos años de caminante y ya aprendí a alejar a los malaleche y oportunistas que solo se me acercan por interés’. Mientras hablaba en la cámara de vapor repetía sus famosas frases: ‘Esta noche la hacemos’, ‘dame que te doy’, ‘abre que voy’, ‘campeono en una’, ‘la pampa es para todos’, ‘se lo regalo’ y ‘partidor que parte a partidor tiene mil años de perdón’...
‘Chatito —me dijo—, estoy enamorado de una chamita hermosa, todavía no ha pasado nada, pero mi bobo late por ella. Lo malo es que la tóxica no se me despega. Me ha pedido que nos casemos, pero yo me he divorciado dos veces y me gusta ser libre. No puedo estar con una sola mujer, cuando conozco a una chica que me gusta, hacemos clic, me encierro en La Posada y nos vamos pa’ la Habana. Tengo el corazón de piedra, pero también late’.
‘Pancho —le dije—, pon algo de música para alegrar el ambiente’. Abrió la puerta de su camionetón negro, de lunas polarizadas, y puso salsa para recordar a los maestros.
‘Yo me casé con una negra encantadora/ una negra dulce como la miel/ Y como yo soy un negro color goma/ Nuestro producto salió negrito también/ Un negrito que midió veintiuna y media/ Y pesó nueve con algo, casi diez/ Fue tan grande la alegría que sentí yo al ver/ A ese niño que en mis brazos lo tomé y canté/ ¿Dónde vas, carbonerito?/ ¿Dónde vas a hacer carbón?/ A la viña-ña, a la viña-ña, a la viña del Señor…’.

‘Chato —me siguió contando—, nunca pude hacer vida de casado. Yo estoy podrido desde muy joven. Estoy enfermo del sexo. Quise ser fiel a la tóxica, pero me encontré con mi venequita y perdí la cabeza. La tóxica me quiere comer el cerebro. ‘Panchito —me dice—, cásate conmigo y no te vas a arrepentir. Yo siempre te voy a cuidar, hasta que seas viejito. Acuérdate que la vez pasada te enfermaste, ya no eres un jovencito’. Hicimos el amor, me quedé dormido y soñé que me querían partir. Era una pesadilla, soñaba que un abogado del Callao que me tiene envidia se llevaba a mi chamita. Estoy mal de la cabeza’. Ese señor Pancholón es un sinvergüenza. Encima está mal de la próstata. Me voy, cuídense.
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