El Chato Matta llegó al restaurante por uno de sus platos preferidos, un sabroso estofado de pollo con presa grande, parte pierna, papita amarilla, arroz blanco graneadito, rocotito molido y su chicha morada. “María, ayer estuve en el sauna con Pancholón, el abogado más mujeriego que han visto mis ojos recién había llegado de Bolivia.
‘Ese Reynoso me hizo botar bilis, ya te contaré mi aventura en La Paz’, me dijo apenas llegué. ‘Chatito, en el sauna soy feliz, es uno de mis lugares preferidos. Tú eres mi hermano y a ti te cuento mis secretos. Hace un tiempo te conté que estoy saliendo con una venezolana que es una belleza, mide 1.85, pero normal porque en el ring de las cuatro perillas eso no importa.
La pasamos bien, nos quedamos a dormir en La Posada y todo queda en las cuatro paredes de esa habitación, no hay compromisos serios, solo disfrutar el momento. Las ‘tóxicas’ no me gustan, me aburren cuando me quieren controlar. Pero cuando llegué a mi casa me puse a reflexionar sobre mis más de treinta años de caminante, ‘zorro viejo’, ‘cochino, ‘maldito’, me dicen.
Y me acordé de Cindy, una de las mujeres que me movió el bobo como la ‘tombita’ al ‘Caballito’ Hurtado. Yo creía que era solo mía, pero nunca me voy a olvidar cuando en un cuarto de La Posada me confesó que hace unos meses había conocido a un gringo que llegó de turista al Perú. No me había dicho nada, pero me citó en el hotel cuando ya tenía todos sus planes bien armados.
‘Gordito, hazme tuya por última vez. Mañana me voy a Estados Unidos, hay un hombre bueno que me va a dar todo lo que tú me niegas. Te acostumbraste a buscarme en las madrugadas, hacerme el amor, invitarme un sanguchón de cinco soles con todas las cremas en la avenida La Marina y me dejabas en mi casa como un paquete. Eso no es vida para una mujer como yo, Pancho’.
Un gringo gigante, pero con cara de gilazo
Causa, te juro que soy barrio, de corazón duro, pero esa noche derramé lágrimas de varón. Cindy me juró que me amaba, pero tenía que ver por su futuro. Después de varios años regresó al Perú ganadaza, con un gringo gigante, pero con cara de gilazo, y una preciosa niña.
En su casa anunciaron un gran fiestón con orquesta. Al comienzo todo estaba bien en el tono, pero las chelas se le subieron al gringo y se quedó dormido. Cindy, embalada por los tragos, me dijo: ‘Anda a la esquina y espérame en tu camioneta’. Cuando llegó se me lanzó encima. Hicimos el amor como locos en mi carro.
En mi borrachera, le dije: ‘Te vendiste por unos dólares’. Ella lloraba y me besaba. ‘Pancho, di todo por ti y me pagaste mal. Nunca voy a olvidar cuando en mi cumpleaños te pusiste a hacer una chanchita para comprar una caja de cerveza. ¡Qué vergüenza! Tenía que ver por mi futuro.
Recibe lo que te doy como muestra de que fuiste mi gran amor, porque mi gringo es buenísimo, me complace en todo y nunca lo abandonaría. No lo amo, pero vivo tranquila’. Chato, el tiempo cura todas las heridas y ya ni me acuerdo de Cindy, ahora mi venequita es hermosa y me engríe’”. Pucha, ese señor Pancholón es muy sinvergüenza, encima está mal de la próstata. Va a terminar viejo y solo. Me voy, cuídense.