El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso tacu tacu con lomo a lo pobre, rocotito molido y una jarra con agua de cebada al tiempo para calmar la sed. “María, estoy herido y con hambre, parece que tuviera un león en el estómago. Te cuento que el gran Pancholón me mandó un mensaje de ‘wasap’. ‘Chatito, acabo de llegar de Miami, ganadazo, deja todo y vente volando al sauna privado. Ahorita van a poner hierba fresca, con bastante eucalipto, manzanilla, hierbaluisa, romero y su toque de canelita, que le da un rico aroma. Vuela’. Nos metimos a la cámara de vapor a más de 50 grados para botar el estrés. El gordito estaba emocionado cantando una salsa perucha en la voz de Josimar: ‘Lloro por quererte/ Por amarte y por desearte/ Lloro por quererte/ Por amarte y por desearte/ ¡Ay cariño! ¡Ay mi vida! Nunca, pero nunca, Me abandones, cariñito/ Nunca, pero nunca/ Me abandones cariñito...’.
‘Chatito -me dijo el abogado-, tuve un viaje lindo a Miami, dejé en alto el nombre del Perú con una rubia hermosa que me pedía que me quede más tiempo y le repita mi famoso ‘salto del chanchito’, pero extraño mucho mi barrio, mi Callao. Acá están las caminantes. El sauna es mi refugio. Vivo estresado por el dinero y las audiencias, además los tramposos sufrimos mucho, la calle está más dura que nunca.
Los chibolos dicen que me envidian y quieren ser como yo, pero los ‘escueleo’. Estudien, no se vayan por el mal camino ni cosas chuecas, les digo. Los años no pasan en vano, por mi vida han pasado muchas mujeres, nunca he sido malo, siempre canté las cosas claras, pero reconozco que soy inmaduro y me volví ‘podrido’ desde que era un adolescente y una prima me enseñó cositas ricas. Allí me loqueó. Cada vez que veía a una mujer, alucinaba que estaba conmigo en la intimidad’.
‘Pancho -le pregunté-, ¿no te aburres de la vida que llevas?’. ‘Papá, soy humano y mi corazón también ha sido golpeado, pero creo que me estoy enamorando de nuevo. Hace unas semanas salí a comprar pan al costado de mi casa y en la cola vi un mujerón que me impresionó. Ella me miró y sonrió. Hicimos clic. Se llama Camuchita, es venezolana, una chica decente que trabaja como cajera en una cebichería. Como le caí bien, le narré un partido de su selección y te juro que la chamita se emocionó y botó unas lagrimitas recordando su natal Puerto Ordaz. Nos abrazamos y la invité a comer un cebiche a Chucuito el día que descansa.
Chato, tú sabes que soy callejero de toda la vida, pero con Camuchita me puedo plantar. Creo que he encontrado a mi alma gemela, ya estoy envejeciendo, estoy al tanto de mis hijos y viejitos, tengo mis monedas, pero necesito una buena mujer para que me acompañe en mis noches de soledad, a veces me canso de despertar en diferentes hoteles con mujeres que solo pasan el momento conmigo...’. El abogado se puso nostálgico”. Asu, ese señor Pancholón es tremendo sinvergüenza. No creo en sus palabras, va a terminar viejo, triste y solo. Me voy, cuídense.