El Chato Matta llegó al restaurante por una sopita criolla, un guiso de carne con papitas y una chicha morada al tiempo. “María, me timbró el gran Pancholón. ‘Chato, baja ahorita al depa privado de mi amigo, el ‘abogado de las estrellas’. Unas amigas charapitas nos han organizado una celebración por el ‘Día del Padre’. María, le metí un ‘floro’ a Pancholón para no ir. En el lugar donde menos quería estar en vísperas del ‘Día del padre’ era en una encerrona. Nunca podré olvidar a la mujer que hizo que mi esposa me bote de mi casa, maldigo en qué mala hora conocí a esa morocha. Al principio, todo iba perfecto porque se la había cantado clarita: Soy casado, amo a mi familia, tengo dos hijos, pero tú me gustas y ‘vamos pa’ La Habana’. Ella era solterita. Se me pegó como chicle. Era terrible en la intimidad y gozaba aún más en mi carro. ‘Chatito, no me gusta La Posada porque allí seguro llevas a todas tus conquistas. Vamos a la playita’, me decía. Allí era una anaconda, se acomodaba como sea. Pero a la morocha le duró poco su papel de ‘buenita’ y comenzó a presionarme. Quería amanecerse en el hotel. Me llamaba a mi celular de madrugada.
Yo siempre lo apagaba, pero a veces me olvidaba y contestaba porque marcaba de diferentes números. ¡Ven inmediatamente o le digo todo a tu mujer! Me chantajeaba. Mi esposa no era sonsa, ya sospechaba y me advertía: ‘Cuidado con lo que haces. Te pesco una y te largas de aquí con tus cuatro trapos’. La zambita se proyectó a la mala. Como vio que no me iba a separar de mi mujer, se presentó en mi casa con un bebito de un mes de nacido. ‘¡Este es el hijo que tuve con el Chato. Él ya no te ama, déjalo libre, vieja!’. Fue demasiada humillación para mi esposa, que era una señora. Le tiró la puerta en la cara y botó todas mis cosas a la calle. Me dejó para siempre. Al principio, yo pensaba que se le iba a pasar. Pero fue hasta donde el psiquiatra, quien le recomendó que rompa conmigo para siempre y con toda mi familia. Eso sí, nunca me prohibió ver y salir con mis hijos, a los que adoro. Soy un pecador, pero mis ‘chanchitos’ son mi adoración. Ellos son mi motor. En esta fecha no puedo comprender cómo hay hombres que se van del hogar con una amante, se olvidan de sus hijos y le dan todo a las ‘falsas’. Eso no es de varones. También veo a otros que tienen hijos por todos lados. Eso da vergüenza. Las mujeres salen hasta en televisión exigiendo leche y pañales. Podré haber sido mal marido, María, pero nunca mal padre. Ni los animales abandonan a sus crías. En este día recuerdo a mi viejito, un buen padre, trabajador, se rompió el lomo por su esposa y sus hijos. En realidad, yo soy el culpable de haber roto mi hogar. Por infiel. Creo que he pagado mis errores. Hoy estoy solo, pero ya no me ‘tiro al río’ como antes. Me acuesto y veo películas y tengo una ‘flaquita’ que no me presiona, pero lo que menos haría es comprometerme con alguien. Ella es tranquila y por eso odia a Pancholón, dice que es un gordo sinvergüenza y cochino que va a terminar solo y muy mal de la próstata”. Pucha, ese Chato tiene la culpa de lo que le pasa. Me voy, cuídense.
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