El ‘Chato’ Matta llegó al restaurante por un espectacular sudado de chita, al estilo de mi amigo ‘Román el Pescador’, de El Silencio. Lo acompañó con arrocito blanco, limón, yuquitas y rocotito molido. Para beber, se pidió una chicha morada frozen. “María, siempre me ha tocado encontrarme con mujeres a las que el común de los mortales las califican de locas, pero yo no las veía así, más bien, me parecían diferentes y entretenidas. Bellas, pero parecían que no querían que las catalogaran por su cuerpo y su físico y se escondían en sus pantalones anchos y con huecos. Había belleza en sus miradas. Una de ellas era July, de Barrios Altos. Paraba sola. Por esas cosas de la vida, cayó seducida por el ‘John Travolta’ del instituto, un patán que ‘era tan pobre que solo tenía dinero’ y llegaba con un carrazo que le compró su viejo, un tío de negocios muy oscuros en el terminal del Callao. Ella se dejó engatusar.

Pero ‘Pocholo’ era un atorrante, la humillaba en público y lo peor es que le sacaba la vuelta con chicas del mismo salón. Ella lo dejó dignamente y se alejó de todo. La veía leyendo en la cafetería, escribiendo en un cuaderno al que al final echaba llave. Un día, el curso de negocios programó un viaje a Arica, Chile, con paradas en Ica, Arequipa y Tacna. Allí, me tocó la suerte de sentarme con ella. Conversamos de todo y nos íbamos a pasear solos los dos. Nos gustaba la música romántica antigua y decadente, Julio Iglesias, José José, Nino Bravo, pero también bailábamos en las discotecas tacneñas Hombres G, B-52’s. Fue en la discoteca donde ‘Pocholo’, presa de celos, la sacó a bailar y la quiso besar a la fuerza, y ella le metió un cachetadón y el cobarde se lo devolvió. Me volví un león y lo paré de cabeza. Como soy chato, lo alcé en peso, le di con todo y le malogré su nariz operada. Desde esa noche fue mi enamorada. Me sorprendía regalándome poemas. ‘Y tú sin notar que mis ojos gritan/Sin notar siquiera que mis manos hablan/Que todo mi cuerpo te dice que te ama/que el verte me brinda tempestad y calma’. Escribía poemas a escondidas. Ella me llevaba a la Quinta Heeren, estaba orgullosa de haber nacido en Barrios Altos y siempre participaba en el Día de la Canción Criolla. Fue allí que unos malandrines me cuadraron, cuando fui a dejarla en un viejo solar. ‘July es del barrio, para uno de nosotros, no para estudiantitos de mier... como tú. Chato, esta es una advertencia, la próxima vez que vengas no sales’.

‘Perky’ era un pandillero que siempre la pretendió. Una madrugada, el delincuente juvenil le exigió o, mejor dicho, le ordenó que sea su enamorada. ‘Toma mil dólares, July, hemos dado un golpe fuerte en Gamarra’. La droga lo tenía estúpido. Ella lo mandó a rodar y él la jaló, forcejearon, quiso amenazarla con un arma y se disparó. Mi July, mi morochita, murió en el acto. Fue algo absurdo. La recuerdo porque se cumplieron veinte años de su muerte y le hicieron una misa. A ‘Perky’ lo mataron en Lurigancho. Llegó con sentencia de muerte al penal”. Pucha, ese ‘Chato’ también tiene grandes historias, pero no es cochino ni sinvergüenza como ‘’. Me voy, cuídense.

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