Mi amigo Gary llegó por un plato bien peruano, ají de gallina con su perejil picadito, su huevo sancochado, aceituna de botija y su jarrita de emoliente. “María, aparte de la excelente organización de los Panamericanos y las medallas de Gladys Tejeda, Christian Pacheco, Diego Elías y los demás atletas que nos están dando alegría, en estos juegos la afición peruana también está desempeñando una actuación que nos debe hacer sentir orgullosos. Es su respeto y reconocimiento por todos los competidores, así sean de las delegaciones rivales.
Lo percibí en la avenida Arequipa, por donde pasaron los maratonistas. Desde las esquinas, las puertas de los condominios o los balcones de los edificios aplaudían no solo a los atletas peruanos que tomaban la delantera, sino también a los pelotones que venían detrás y hasta al que iba en la cola, trotando a duras penas. Lo animaban a seguir adelante y llegar a la meta. ‘¡Tú puedes!’, ‘¡Fuerza, fuerza!’ y ‘¡Braaavoooo!’, los arengaban, haciendo saber que reconocían su esfuerzo por mantenerse de pie ante, tal vez, alguna lesión o un problema de salud.
Había personas que, en las esquinas, ofrecían botellas con agua a todos los corredores, aunque no lleven la camiseta blanquirroja en el pecho. Un gesto que refleja la solidaridad y la calidad humana de los peruanos.El comportamiento de la afición peruana es ejemplar en cada justa deportiva. Se notó claramente en el Mundial de Rusia, donde nuestra hinchada, por su alegría, entusiasmo y apoyo incondicional a la Blanquirroja, fue considerada como la mejor del planeta.
Ahora, en los Juegos Panamericanos, está aflorando no solo ese sentimiento, sino también el del respeto a los competidores rivales y también la solidaridad. Ahora me doy cuenta por qué los peruanos son campeones en simpatía, pues se hacen querer en América, Europa, por donde quiera que vayan. Esto lo saben muy bien los venezolanos, que hasta se pelean en las redes con los chilenos o quien ose ofender al Perú.
También los tantos extranjeros, hombres y mujeres, de todos los continentes, que se nacionalizan peruanos porque aquí encontraron el amor, trabajo, hospitalidad, alegría, la comida más rica del mundo y un hogar para vivir. Esta solidaridad también se nota cuando ocurre alguna catástrofe, un sismo o desbordes e inundaciones por el fenómeno de El Niño, que movilizan a miles de voluntarios que recogen las donaciones para los damnificados y las trasladan incluso arriesgando sus vidas”. Tiene razón, mi amigo Gary. Me voy, cuídense.