El Chato Matta llegó al restaurante por un tiradito de tilapia y un sabroso arroz con mariscos con conchas, langostinos, pulpito y erizo. “María, me timbró el doctor Chotillo. Tú sabes que el ‘Cirujano de las estrellas’ estuvo peleado con Pancholón y lo odiaba, después que fueron uña y mugre, todo por una flaca que el abogado más tramposo de Lima, Callao y balnearios le arrebató al doctor cuando se quedó dormido en una juerga.
Pero eso fue hace más de diez años. El tiempo cura todas las heridas y ahora Chotillo se ha convertido en un ganador. ‘Chato -me dijo el médico-, en la vida hay que ser agradecido. Pancho me abrió los ojos a un mundo que yo no conocía. Eso no tiene precio. Justamente llevé a un grupo de ‘bebitas’ a quienes les hablé maravillas de Pancholón. Les enseñé una foto de su camionetón y les conté que el abogado factura miles de dólares al mes.
Ellas me rogaron que las lleve a conocer al maestro. Llegamos con mi carro a todo volumen y un roncito Cartavio XO. Pero Pancho estaba tomando ¡caldito de pollo con verduras y papita amarilla! en la esquina de su casa. Una de las ‘muñecas’ se sentó en su falda y nada. ¡Eran las mejores piernas que había visto en años y para Pancholón parecía que se le había sentado la tía Laura Bozzo recién levantada! Las chicas se aleonaron. ‘¡Chotillo, tu amigo ya fue!’ Yo estaba preocupado. Llevé a Pancho a un privado.
‘Panchito, qué te pasa. ¿Te han hecho brujería? Pancho negó con la cabeza. ‘Chotillo, te agradezco que me hayas traído estos bomboncitos, pero estoy en cuarentena. La semana pasada, después de pasar tres días de juerga con los abogados del Callao, me fui a mi casa y me dio un cólico que me hizo ver el diablo calato. Me llevaron de emergencia a la clínica y me operaron de la vesícula. El galeno, con cara de enterrador, me amenazó: ‘Señor Pancholón, si usted sigue con esa vida llena de alcohol, sexo y lujuria, no va a ver la Copa América en Brasil. El trago le está destruyendo el hígado, además, su colesterol está alto y le puede dar un infarto en cualquier momento’.
Pero la carne es débil. La chica le dio un beso en la orejita y Pancholón se relamió los labios. Para no quedar mal, se tomó un Viagra de a 100. Cuando estaba en La Posada listo para liquidar el partido, sufrió convulsiones y terminó en la clínica. ‘¡¡Chotillo, esto no es vida!! Estoy sufriendo, creo que la psicóloga me está haciendo brujería’. Pobre Pancho, su vida no es la misma sin mujeres. ¿Alguien podrá salvarlo?”. Pucha, qué tal historia. Ese Pancholón tiene el castigo que se merece por sinvergüenza. Me voy, cuídense.