
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pepián de pollo con adobo de cerdo y salsa criolla. Para tomar pidió una jarrita con infusión de menta. “María, el gobierno de José Jerí anunció la inminente declaración del Estado de emergencia en Lima y el Callao, a fin de contener la ola de inseguridad, sicariato y extorsiones.
Es decir, que es muy probable que se decrete un toque de queda, con lo que a determinada hora de la noche nadie podrá salir de sus casas. O sea que además de vivir con el temor de ser asesinados, ahora debemos permanecer encerrados en casa, como en las épocas de los gobiernos militares.
Me parece una mala idea por una razón contundente: los delincuentes asaltan, matan y piden cupo a todas horas: en la mañana, en la tarde, en la noche y la madrugada. Muchos choferes fueron baleados de día por las bandas de extorsionadores.
En un contexto de recuperación de la economía, encerrarnos desde temprano en la casa afectará en primer lugar a los negocios de todo el país, como bodegas, discotecas, grifos, restaurantes, tragamonedas, farmacias, espectáculos y mucho más.
A la larga se verá impactada la economía en general, con pérdida de puestos de trabajo y una menor recaudación de impuestos. En lugar de propuestas facilistas como el toque de queda, lo mejor sería reforzar el patrullaje diario y la inteligencia para ubicar a los cabecillas de las organizaciones criminales, del mismo modo que se descabezó a la cúpula de Sendero Luminoso en 1992.
El ministro del Interior, Vicente Tiburcio, sabe de esto, pues él fue integrante del Gein, el grupo de inteligencia que capturó a Abimael Guzmán Reynoso. Pero todo este esfuerzo debe ir de la mano del cambio de leyes para enviar de por vida a los asesinos y extorsionadores a cárceles inexpugnables, donde nadie los visite ni tengan comunicación con el exterior.
Y que todos los delincuentes, así arranchen un celular, deben ser internados en penales donde sientan el rigor de la justicia. Porque si seguimos como ahora, los hampones continuarán riéndose de la sociedad”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








