La mayoría de las veces las mismas autoridades no se hacen respetar.
La mayoría de las veces las mismas autoridades no se hacen respetar.

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una causa acebichada, pescadito frito y arroz. Para tomar pidió una jarrita de naranjada. “María, un país progresa siempre en orden, con trabajo y respetando las normas. Nada se desarrolla en medio del caos, la anarquía y la ley de la selva. Por eso, es fundamental educar en valores a nuestros hijos, para que en el futuro sean hombres y mujeres de bien. Y, sobre todo, que tengan respeto por el prójimo, las leyes, la naturaleza y el pensamiento distinto. El Perú ha ido cayendo a niveles muy bajos en educación, ciudadanía, empatía y cultura. Los choferes se pasan la luz roja del semáforo, la gente que arroja basura a la calle, roban luz, maltratan a los animales, estafan a turistas, coimean y molestan a los demás con fuertes ruidos.

Muchos peruanos le han perdido respeto a las autoridades. Incluso, al presidente de la república (a Dina Boluarte le jalaron el pelo en Ayacucho), congresistas (a uno le lanzaron un cono en la cabeza), alcaldes, gobernadores, policías, jueces, fiscales y un largo etcétera. La mayoría de las veces las mismas autoridades no se hacen respetar. Miren nomás lo que acaba de pasar con esa suboficial de la Policía, que pidió un operativo para capturar a un chofer solo porque le quiso cobrar pasaje.

El pueblo se indignó con esta situación porque este tipo de despliegue policial no ocurre cuando alguien es asaltado. Ni qué decir de los congresistas, que se suben el sueldo cuando quieren, se van de viaje con nuestra plata, contratan a sus familiares, mochan los sueldos a sus colaboradores y hacen ‘lobbies’ para empresas en desmedro de los ciudadanos. Por eso, no solo urge una nueva clase política, sino también un cambio en la educación, para que los adultos del mañana no sean como los de ahora.

El pueblo debe volver a confiar en sus autoridades y respetar las normas para vivir en armonía. Lo contrario es continuar esta lenta y definitiva marcha hacia la barbarie. Así se han ido destruyendo sociedades, como la de Haití, donde hoy mandan las sanguinarias pandillas armadas”. Me voy, cuídense.

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