
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudadito de cabrillón con camotito sancochado y arroz blanco. Para tomar pidió una jarrita de jugo de papaya. “María, hoy alrededor de siete millones de escolares de todo el país iniciarán sus clases en colegios nacionales, dos semanas después de los planteles privados.
Tras el atentado contra la orquesta Armonía 10 hay que exigir seguridad en los centros educativos, pues la ola criminal está imparable y no dudan en poner bombas en cualquier lugar con tal de obtener dinero. Pero al margen de eso, es necesario que las aulas vuelvan a ser lo que eran antes: lugares donde solo se iba a aprender y el profesor ejercía una autoridad inquebrantable.
Para empezar, se debería prohibir totalmente el uso de celulares en los colegios. Con la internet, los teléfonos inteligentes deberían ser usados para enriquecer las clases, pero lamentablemente muchos jóvenes solo los usan para perder el tiempo en sus redes sociales o en juegos en línea.
Al colegio solo se va a estudiar. No es el recreo eterno. Los padres deben apoyar la disciplina y no cuestionar a los docentes que prohíben el ingreso de este tipo de aparatos. Al respecto, la Comisión de Educación del Congreso tiene en agenda el proyecto de ley de la congresista Milagros Jáuregui que prohíbe el uso de celulares en colegios públicos y privados durante el dictado de clases.
Se apunta a reducir la exposición excesiva de estudiantes a la internet, luchar contra el cyberbullying, fomentar la mejora de la atención y rendimiento escolar, así como reducir la incidencia de enfermedades mentales entre los estudiantes.
Hay una generación que se está perdiendo con el mal uso que se hace de la tecnología. Muchos adolescentes se envician con las redes sociales y los juegos en línea. Se pueden amanecer en este tipo de actividades, por lo que su rendimiento escolar se va cuesta abajo. El país necesita que nuestros jóvenes sean los mejores posibles. Falta disciplina”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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