Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un estofadito de pollo con presa grande. Para tomar pidió una jarrita de hierbaluisa al tiempo.
“María, en estos días previos a la Navidad veo a mucha gente, en especial quienes no tienen buen trabajo o ganan muy poco, angustiada porque no les alcanza el dinero para hacerle a sus hijos ese regalo soñado. Debido a las redes sociales y la publicidad, muchos niños ansían juguetes caros como el caso de los drones con cámara HD, los PlayStation de última generación o los carritos imitación de Lamborghini con batería.
Solo uno de ellos puede costar más de mil soles que, en las actuales circunstancias, es inalcanzable, pues no hay aumentos de sueldo y encima estamos en recesión. Para ellos quiero dejarles este mensaje: si no tiene dinero, no se angustie, no se desvele ni crea que el mundo no tiene sentido. Un niño es feliz con cualquier juguete, así sea un carrito de madera. Incluso con un polito nuevo de 5 soles. Si se lo da con amor y con un beso, eso funcionará de maravillas. Ya vendrán tiempos mejores.
Que la cena de Navidad, así sea con un modesto pollito, se convierta en un espacio para la alegría, el amor, las risas y el compañerismo. Nada de caras largas, recriminaciones o peleas. El espíritu de la Navidad no es más que el amor. Jesús llegó a este mundo para regar de esperanza a todo el mundo. De un tiempo a esta parte, el nacimiento de Jesucristo se convirtió en una fecha comercial, de un consumismo excesivo.
Todo es comprar, comprar y comprar. Y si no se tiene ese obsequio soñado, entonces pensamos que somos infelices. Volvamos a las fuentes. A la modestia, al mensaje religioso, a los actos de cariño. Porque Jesús no nació en cuna de oro, sino en un pesebre al lado de animalitos de granja. Y nunca tuvo nada en la Tierra, salvo sus viejas sandalias y una túnica raída. Pero su palabra, sus enseñanzas y su ejemplo aún se sienten en el mundo. Por eso esta Navidad sé feliz con lo poco que tienes, que es mucho: Tienes vida, familia, un pan para llevarte a la boca y mucha esperanza.
Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
Contenido GEC