Mi amigo, el fotógrafo Gary, como buen periodista trabaja hasta en Navidad. Después de su recorrido diario llegó al restaurante por un aguadito de pavo para levantar el cuerpo, con limón y ajicito molido. “María, para mí la es compartir, especialmente con los que menos tienen. En nuestro país, lamentablemente, hay millones de personas necesitadas y en extrema pobreza, que en estas fiestas se sienten peor que nunca. Es inevitable su tristeza, pues en ninguna otra época se evidencian tanto las desigualdades entre pobres y ricos.

Ese es uno de los motivos por los que en Navidad y Año Nuevo aumentan los casos de depresión, que muchas veces llevan al suicidio. ¿De qué forma pueden pasar la Navidad una madre soltera que se gana la vida vendiendo golosinas y sus cuatro hijos pequeños? Por eso, felicito a aquellas personas que, invirtiendo tiempo, esfuerzo y dinero, trabajan para llevar en Navidad alguna alegría a esos niños desposeídos de los pueblos jóvenes, de los cerros, de los arenales, donde el agua potable es un sueño imposible y saborear un desayuno es un anhelado deseo, incumplido la mayoría de veces. Para esos pequeños, que casi nada tienen, recibir un juguete, por más modesto que sea, es una alegría enorme.

Por eso, haríamos bien en tener en cuenta que si la Navidad representa alegría y emociones para algunos, para muchos otros es sinónimo de tristezas. Porque, además, es cuando más se extraña al ser amado ausente. Tal vez al hijo que trabaja o estudia en una tierra lejana o a la madre que nos dejó solos en este mundo.

Intentemos ser más solidarios con quien lo necesita, compartamos más con quien menos tiene. No le volteemos la cara al pequeñín que nos estira la manita pidiendo algunas monedas en alguna esquina, ayudemos al anciano enfermo que no tiene para comer.

A mí la Navidad me gusta porque nos demuestra que no somos tan malos como creemos, que también somos capaces de hacer buenas cosas. Este mundo sería mejor si todos nos dejáramos contagiar por el espíritu navideño y esa buena voluntad nos durara los doce meses del año. Hagamos como cantaba el finado Luisito Aguilé: ‘Tú que estás lejos de tus amigos/ De tu tierra y de tu hogar/ Y tienes pena, pena en el alma/ Porque no dejas de pensar/ Tú que esta noche/ No puedes dejar de recordar/ Quiero que sepas/ Que en nuestra mesa/ Para ti tengo un lugar/ Por eso y muchas cosas más/ Ven a mi casa esta Navidad...’”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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