Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con pollo presa grande, sarsa criolla con rocotito y, para tomar, una chicha morada fresquecita.

“María, desde hace tiempo se dice que la delincuencia nos ha desbordado, pues vemos con impotencia cómo se multiplican los asesinatos por encargo, extorsiones, venta de drogas, cobro de cupos, asaltos, explotación sexual y otros graves delitos perpetrados por sanguinarios criminales que no dudan en desatar verdaderos baños de sangre. Pero el secuestro de una niña de 12 años cuando llegaba a su casa del colegio ya rebasó todos los límites. Los delincuentes rápidamente exigieron al padre de la menor nada menos que tres millones de soles. Cuando los criminales chocan con los pequeños, que son inocentes e indefensos, es que ya todo se pudrió. Los niños son lo más sagrado de cualquier sociedad. Este secuestro no debe ni puede quedar impune. Los culpables se merecen la pena de muerte, pero como en nuestro país no existe, deben ser cazados como las alimañas que son y recibir cadena perpetua. No queda otra salida. Y que los manden a Challapalca. Porque si un tipo secuestra a un menor, es que no tiene ningún escrúpulo, es lo peor de lo peor y será capaz de perpetrar más maldades, tal vez contra más pequeños, desde una cárcel cuya seguridad es insuficiente. Y esto ocurre porque las autoridades no han sabido actuar de forma decidida y eficaz contra la delincuencia.

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No puede ser que de los más de 20 detenidos venezolanos hace días en el búnker de Pachacámac, todos hayan sido liberados por la Fiscalía y el Poder Judicial. Pese a que se les encontró con armas de fuego, granadas y drogas. Además, creo que ninguno tenía sus papeles migratorios en regla, pues ingresaron al Perú de forma irregular y, lo peor, varios tenían antecedentes en su país. Uno de ellos, con antecedentes por homicidio en Venezuela, fue uno de los primeros liberados, y precisamente esa hiena fue la que disparó a dos policías a los que hirieron a balazos en un hostal hace poco.

Es decir, los policías arriesgan su vida, sangran para atrapar a peligrosos delincuentes, pero fiscales y jueces los liberan alegremente para que sigan matando. Es imprescindible que la Policía, el Ministerio Público, el Poder Judicial, Defensoría del Pueblo y otros organismos de justicia del Estado tengan bien clarito que el enemigo son los criminales. Eso también va para esas ONG que se dedican a proteger a sanguinarios asesinos con el pretexto de velar por los derechos humanos. Todos debemos entender que el país está en guerra contra la delincuencia que, a este paso, muy pronto puede adueñarse de territorios. El gobierno también debe dotar de mejores equipos, armas y otros a la Policía. Igualmente es preciso que se construyan más cárceles”.

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