Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un escabeche de bonito con su huevito sancochado, arroz graneado y rocoto molido. Para tomar pidió un juguito de maracuyá. “María, en el primer día del año, las playas de Lima y provincias estuvieron abarrotadas de gente y así estarán durante el verano. El fuerte calor que ya se siente empuja a miles a buscar un poco de esparcimiento y fresco en el extenso litoral peruano.
El lunes, a eso del mediodía, ya no se podía encontrar ningún espacio libre en las playas de la Costa Verde, pero igual la gente seguía llegando. En algunos momentos, los accesos peatonales parecían como la procesión del Señor de los Milagros y podía haber pasado alguna desgracia. Asimismo, las vías de escape son pocas de ocurrir un sismo o tsunami.
Incluso, algunos vecinos míos que habían planeado acudir a uno de los balnearios del sur al final se echaron para atrás luego de enterarse del terremoto en Japón. Por eso, con mucho acierto, algunas municipalidades, entre ellas la de Chorrillos, están pensando en establecer un aforo para evitar la alta congestión.
Primero hay que proteger al ser humano. Gracias a la naturaleza, Lima, por ejemplo, ha sido bendecida con decenas de playas, desde Ancón, en el norte, hasta Pucusana, en el sur. Más allá están las de Asia, en Cañete. O las de Huaral, Chancay o Huacho. Es decir, hay muchos lugares para ir, si las de la Costa Verde o el Callao, las más próximas, están llenas.
El excesivo aforo y la falta de control también traen otro problema, como es la suciedad. Se necesita que los municipios envíen más serenos y policías ediles para evitar que la gente entre a la playa con comida o trago. Debería haber más control del comercio ambulatorio. Los que van a gozar del mar quieren tranquilidad y seguridad.
Por eso, además, no deben faltar los salvavidas y policías prestos a colaborar si somos objeto de robo o si algún mañoso se propasa con las chicas en ropa de baño. Por mi trabajo, he tenido la oportunidad de conocer algunas playas, como las de Salinas, en Ecuador, Viña del Mar, en Chile, y Mar del Plata, en Argentina. Qué bonito se pasa ahí.
Y no es porque el paisaje sea superior, pues la Costa Verde, La Punta o Ancón son más bellas, sino por el orden, el civismo, la tranquilidad, seguridad y limpieza. Nadie se atreve a arrojar desperdicios. Mucho menos hay bulla ni los comerciantes se meten entre la gente que retoza bajo una sombrilla.
Si quieres comer, te vas a un restaurante. Claro, los municipios deberían dotar de algunos servicios mínimos, como duchas para quitarse la arena o la salinidad del mar. Y baños. La gente también debería ser más empática y no ensuciar, ni tomar licor en la playa”. Muy bien, Gary. Me voy, cuídense.
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