Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollito con salsa de tomate, porción de arroz, papa sancochada y rocotito molido. Para calmar la sed pidió una jarrita de juguito de papaya. “María, gran indignación me causó el otro día ver las imágenes de cómo un grupo de inadaptados escolares agredían físicamente con lapos y patadas a un profesor del colegio Ricardo Palma de Surquillo.
Encima, ellos mismos subieron las imágenes de la agresión a las redes sociales. En otros tiempos, esto equivalía a una expulsión definitiva del plantel. No sé qué pasó en estos últimos años que la moral y la autoridad se han relajado para acabar en esto. Según un funcionario de la UGEL, se ‘va a abrir una investigación’ y mientras tanto los agresores y el mismo profesor reciben apoyo psicológico.
O sea, a esos ‘angelitos’ se le está tratando con guante blanco, como si su palomillada fuera apenas una travesura. ¿Qué mensaje estamos dando? Con esta actitud tan tibia del Ministerio de Educación, otros profesores corren el riesgo de ser igualmente agredidos por ‘jalar’ a los alumnos o imponerles disciplina.
Se ha sabido que en algunos colegios, en especial en zonas rojas, los alumnos, que desde temprana edad están metidos en la delincuencia, amenazan de muerte a sus docentes, amparados porque ahora las leyes, muy probablemente diseñadas por esos nocivos intelectuales caviares, los protegen y creen que son unos angelitos a los que se debe tratar con algodones.
Por eso la sociedad está como está. Porque no imponemos autoridad y no castigamos las faltas como se debe. Esos palomillas deben estar de patitas en la calle para que sus padres les busquen dónde estudiar y no malogren, como ‘manzanas podridas’, a otros chicos que sí quieren aprender.
En un país con tan pocos recursos como el nuestro, debemos concentrarnos en hacer de los niños mejores hombres y mujeres. Permitir este tipo de actos es dispararnos a los pies y dar un mal ejemplo a los demás. No debemos relajar nuestra moral y pasar por alto esto que ha pasado”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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