Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una chuleta frita con pallares, arroz y sarsa criolla. Para tomar pidió una jarrita de jugo de maracuyá heladito. “María, la tecnología trae consigo también vicios y malos hábitos. Las redes sociales y los teléfonos celulares han capturado a los niños y adolescentes, quienes no pueden vivir sin mirar la pantalla de esos aparatitos.
Los llevan hasta la mesa y en cualquier lugar. Están todo el día viendo TikTok, Instagram u otras redes sociales. Los chicos de ahora ya no salen a la calle como antes y prefieren estar tirados en su cama o en el sofá viendo los benditos celulares. Esto les produce problemas en la vista, las articulaciones y también obesidad por falta de actividad física. De esto tienen la culpa los padres que se los permiten y no ponen reglas para el uso de los teléfonos móviles. Y eso que no hablo de las páginas que consumen los muchachos. Porque en la internet hay de todo. Y también mucho peligro.
Hace poco nomás capturaron a un sujeto que enamoró a una niña por redes sociales, le pidió que le mande fotos íntimas y finalmente la citó en un lugar para llevársela. Los papás deben hacer control parental de los aparatitos para saber qué consumen, con quién hablan y qué páginas visitan. Igualmente imponer horas de uso. Un par de horas al día estaría bien.
Y el resto de la jornada a jugar en la calle o hacer algo útil en la casa. Estamos creando una sociedad de gente que no usa totalmente el cerebro. Ese tipo de contenidos estupidiza a los niños. Y los vuelve débiles, no solo física sino también mentalmente. En estas vacaciones, los padres deben inscribir a sus hijos en talleres de deportes, ya que voluntariamente no hacen ejercicios. Puede ser natación, fútbol, vóley, básquet y otros. La cosa es que salgan a la calle y compartan la naturaleza.
Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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