El Chato Matta llegó al restaurante por sus tallarines rojos que tanto le gustan, con su pierna grande de pollo y su papa a la huancaína con huevito duro. Para calmar la sed, una jarrita con emoliente tibiecito. “María, la semana pasada te contaba de la emboscada que me hizo la ‘Loca Elizabeth’ con su espectacular sobrina Madeleine. Ella empezó a coquetearme en el ‘face’ y salimos como enamorados. La cosa fue muy rápida y justo cuando después de los besos ardientes íbamos a pasar a la acción en La Posada, me vendó los ojos.
El trago me tenía adormecido y fue allí cuando se me tiró encima y me di cuenta de que quien estaba abusando de mí no era Madeleine, sino la ¡¡‘Loca Elizabeth’!!. Ella me gritó: ‘¡Esta es mi venganza! Nunca olvidaré que me dejaste plantada en la fiesta de Año Nuevo en el Big Bar de La Marina. Y eso que había tomado un taxi desde Carabayllo. Recibí el año llorando’.
Pucha, me dio pena lo que me contó. De verdad que uno de joven hace daño y no le da importancia. ‘Elizabeth, perdona, dame otra oportunidad’, le dije. La loquita era simpática, en el instituto tenía sus admiradores, pero ella estaba obsesionada conmigo.
Una vez, cuando ya no le daba bola porque estaba con Jennifer, la ‘bombón’ del salón, la loca llamó a mi abuelita: ‘Seño, el Chato está tirado en el piso botando espuma en medio de la calle’. Mi abuela y mi tío llegaron en un taxi y todo era mentira. Llamaba a cada rato para preguntar por mí. Por eso le puse la cruz.
Ahora parecía más calmada y empezamos a salir de nuevo. A la semana, mi sobrina me invitó a su cumpleaños en un pub miraflorino y fui con Elizabeth. Estaba toda mi familia y las amigas y los amigos de mi sobrina. A alguna chicas yo las conocía, así que Fiorella me sacó a bailar una salsa de Josimar y ella me cantaba al oído y me daba la espaldita.
En eso vi que Elizabeth se acercaba como tren bala y de un empujón hizo volar a la pobre Fiorella. ‘¡El Chato es mío!’, gritó y se acercó otra vez para ahorcarla. Fue un papelón terrible y lo peor es que no estaba borracha.
La llevaron a una clínica. Su sobrina, la escultural Madeleine, se sinceró conmigo: ‘Perdona a mi tía, Chato, ella está mal de la cabeza. Por eso la expulsaron de Suecia y ya no puede volver. Se obsesionó con un tío militar y como este no correspondía a sus sentimientos, le rompió las lunas de su auto. El milico la denunció y la deportaron. Chato, mi tía estará en una casa de reposo por un mes , si quieres podemos salir como ‘amigos con derechos’, ja, ja, ja’”. Pucha, ese Chato se mete con cada chica. Ya se está pareciendo al sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.