
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollito al sillau con arrocito y papa sancochada. Para tomar pidió una jarrita de emoliente calientito. “María, hace unos días el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mencionó a Lima como una de las ciudades más violentas del mundo junto a México, Bogotá y Bagdad. Pese a que la mandataria Dina Boluarte sostiene que nuestro país es un territorio seguro y pide inversiones, la realidad es otra.
Todos los días matan a choferes, cobradores y pasajeros de transporte público. Asimismo, las mafias extorsionan a balazos y bombazos negocios diversos y los secuestros están a la orden del día. Incluso, se dan el lujo de matar a policías, como el otro día con el suboficial José Gabriel Munive Gurmendi, en La Victoria.
Expertos han señalado que las declaraciones de Trump podrían afectar la imagen internacional del Perú a la hora de captar inversiones y turistas. En el caso de esto último, es un golpe muy duro, más aún cuando el país no ha recuperado el flujo de visitantes de antes de la pandemia de coronavirus.
Nicolás Zevallos, director del Instituto de Criminología, precisó en Gestión que las palabras del mandatario norteamericano tienen efectos directos sobre el turismo y podrían generar una retracción muy fuerte. “Habría que ver si eso también escala en el mundo de los negocios porque hay capitales norteamericanos que podrían suspenderse o paralizarse ante esta situación”, indicó.
No es algo menor lo que ha pasado. En lugar de dar declaraciones esperanzadoras, el gobierno y también el Congreso deberían atacar con todo el problema de la delincuencia. Terminen de concretar ese pacto con El Salvador para enviar a los cabecillas de las mafias a la terrible cárcel del Cecot.
O construyan prisiones inexpugnables en el Frontón o San Lorenzo. Allí no entrará ninguna llamada de teléfono y menos podrán ser rescatados. Cambien las leyes para que los hampones más avezados no reciban visitas y tampoco socialicen con otros internos porque son un peligro para la sociedad. Háganlo ya”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








