Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su escabeche de pescado con su huevo duro y aceitunas de botija, acompañado con su emoliente tibiecito. “María, al Centro de Lima no solo ingresan carteristas, ‘pirañitas’ o ‘escaperos’ que arranchan celulares y paquetes. Ahora hay bandas armadas de ‘marcas’ con pistolas y a bordo de motos, que asaltan a sangre y fuego.
Lo ocurrido en Jirón de la Unión, a cuatro cuadras de Palacio de Gobierno, es una muestra de la osadía y la desfachatez de la delincuencia. Seis hampones, a bordo de motocicletas, intentaron asaltar a un cambista que, al darse cuenta, se metió corriendo a una joyería. Los ladrones lo persiguieron a balazos y se desató un infierno, pues el guardaespaldas de la víctima salió en su defensa y respondió, pues estaba armado.
Varios transeúntes y ambulantes, que pasaban por el lugar, quedaron en medio del fuego cruzado. Fueron veinte disparos que causaron pánico en el corazón de Lima y dejaron como saldo un muerto y seis heridos.
Lamentablemente, este no es un hecho aislado, pues hace solo unos días, en la madrugada, una banda rompió a combazos uno de los ventanales de la fachada del supermercado ‘Metro’ de Emancipación, a solo tres cuadras de Palacio de Gobierno, para robar celulares.
Pasan los gobiernos, los alcaldes y los ministros del Interior y dejan las cosas iguales, como las encontraron. De nada valen sus discursos y sus planes armados, seguro, con sus asesores sobre gigantescos planos de las calles de la ciudad y cifras bajadas de cuadros estadísticos. El actual régimen tiene un programa de recompensas y la policía ha desarticulado algunas bandas, mientras que la Municipalidad de Lima instaló cámaras espías en lugares estratégicos del Centro Histórico.
Sin embargo, los índices delincuenciales no han bajado y más bien parecen empeorar. Pero la causa de esta situación no solo es la inoperancia del Ministerio del Interior y las dependencias policiales, sino también de malos jueces y fiscales que dan libertad a temibles delincuentes, incluso sicarios y violadores, cuyas fechorías están plenamente comprobadas.
Para colmo, algunas cárceles siguen siendo hoteles cinco estrellas de hampones, los que no solo viven a cuerpo de rey, con camas de lujo, televisores de última generación y finos licores, sino que desde allí dirigen asaltos, extorsiones y asesinatos perpetrados por sus cómplices. Cada vez que asumen el cargo, los directores del INPE prometen solucionar el problema, pero no pasa nada. Es una cadena de ineptitud, desidia y corrupción”.
Mi amigo Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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