El Chato Matta llegó al restaurante por un cebichito de cachema y su arrocito con mariscos con su jarrita de limonada con hierbaluisa. “María, Pancholón tiene una y mil batallas, la mayoría en las madrugadas. El viernes me timbró cerca de la medianoche. ‘Causita —me gritó—, baja urgente, la noche es joven, somos los que somos y liquidamos hasta el amanecer’... Apenas llegué, tenía listo su playlist en su camionetón donde se leía ‘Salsa para tramposas’.
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Lo puso a todo volumen y empezó a cantar un tema de Roberto Blades: Quiero que me dejes de querer/ Que te olvides que algún día/ Por error fuiste mi mujer/ Que te acuestes sin tocarme/ Que despiertes sin mirarme/ Porque yo, querida amiga, ya no regreso contigo/ Ya no regreso contigoooo. Por mí lo puedo jurar.
Es la verdad.... ‘Chatito, ahora que juega la selección ante Nueva Zelanda, me puse a recordar tantos viajes y aventuras por mi Blanquirroja. Hace unos años estuve entre California, Miami, Nueva Jersey, Las Vegas, Los Ángeles y me quedé un mes. Pero me aburrí. Si me dan a elegir entre Manhattan y La Trinchera, me quedo con La Trinchera, con su olor a cerveza con aserrín en el suelo y pichi.
Me preguntan por South Beach, y más me divierto de noche en la Costa Verde. Estuve en el Hard Rock y hasta me di el gusto de narrar los goles de ‘Orejas’ y la ‘Culebra’. Pero la verdad es que mis sitios favoritos son el Wimbledon, donde lo ampayaron a Gallese, y La Posadita, donde salgo en hombros.
Una noche en Florida cuando estaba en plena emoción gritando: ‘Ay, mi mamita, mi querido Perú, ayayayyy’, una colorada de 1.80 no me quitaba la mirada de encima, me alucinaba de pies a cabeza, veía cómo sudaba en plena transmisión y se excitaba. Me hacía juego de luces. ‘You are wonderful’ (eres maravilloso), me dijo en su inglés sensual.
Apenas terminó el partido, le saqué la lengüita, que es el idioma universal de los tramposos, y ella sonrió. Al día siguiente, nos fuimos en un yate, pedí champán y me disfracé de Lapadula, me puse la ‘9′, hice un hat-trick y dejé bien a los peruanos. ‘Sigue Perou, Perou, sigue, dale, ohhhh, my God’. Recordé mi época de oro cuando mi programa radial tenía auspiciadores como PetroPerú y la Backus, que me pagaban miles de dólares y viajaba por Sudamérica transmitiendo partidos de la Copa Libertadores y las Eliminatorias.
Paraba en salsódromos y me daba la gran vida. Había una mancha que me seguía a todos lados. Pero cuando los auspiciadores me cortaron el caño, cerró mi programa radial y ya no podía pagar las cuotas del carro, desaparecieron todos los chupamedias. La vida es una ruleta, estás arriba o abajo. Igual es con las mujeres. Parador hasta la Fiscalía. Nunca te regales como si estuvieras mendigando un poco de cariño.
Ellas deben llegar a ti solitas. Mi táctica es carisma, floro, chispa y mis historias. ‘Salud, peruanito hermoso’, me dijo la bella Tracy en su español masticado que le enseñé. Terminé y me quedé vacío mirando el mar. Me vino la pensadora y me acordé de todas las mujeres que han pasado por mi vida. Estados Unidos es lindo, pero para ir de paseo y dejar bien a los latinos. Todo es dólares, trabajo full time, la gente ni te saluda; si no tienes carro, no vas a ningún lado. Nadie te regala una sonrisa.
Allá en mi Callao, ‘pichangueo’ a mitad de semana, contrato orquestas, en una esquina subo mi ‘cantor’ a todo volumen con mi caja de chelas en el medio, lo malo es que los ‘gatillos flojos’ ahora están dando vueltas por todos lados, hay que caminar con cuidado’”. Ese señor Pancholón es un sinvergüenza. En todos lados hace sus cochinadas. Me voy, cuídense.