Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con pato con su sarsita criolla y una jarrita de chicha morada para la sed. “María, ayer se celebró el Domingo de Ramos, que dio inicio a la . Conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén montado en una burrita, como signo de humildad.

Su ingreso fue en medio de una multitud que lo aclamaba mientras dejaban a un lado del camino pequeñas ramas. De ahí la costumbre de llevar ramos de olivo y de palma.

El Perú es eminentemente religioso y por eso en Lima y otras partes del país cada año se realizan auténticas demostraciones de fe. Ayer, pese a la mortal pandemia, no fue la excepción, pues numerosos fieles hicieron largas colas en los exteriores de la iglesia San Francisco de Asís, en para ingresar con el fin de que sus ramos fueran bendecidos y rezar ante la imagen de san Judas Tadeo, el santito de las causas perdidas, pidiéndole que acabe con el virus asesino que sigue aniquilando la vida de miles de peruanos.

Incluso, muchas personas llegaron desde las 5 de la mañana, recordando que Jesús dio su vida en la cruz por la humanidad. Este año, como el anterior, las celebraciones se viven de manera distinta, con protocolos y sin misas presenciales.

Muchos de los que fueron a las iglesias ayer perdieron a un ser querido o estuvieron a punto de morir por el virus. Pero no pierden la fe y renuevan su amor a Dios. Por eso me molesta que algunos que se autodenominan ‘cultos’ o ‘progresistas’ se burlen de la religiosidad del pueblo peruano. Es una falta de respeto inaceptable.

La religión católica llegó al Perú con los españoles y acá las celebraciones experimentaron un mestizaje marcado. La procesión del , en octubre, es una de las más grandes del mundo, por la cantidad de creyentes que convoca de todas partes del planeta.

Lo mismo pasa en Semana Santa. Por eso, el gobierno decretó cuarentena desde este jueves 1 al domingo 4 de abril. El Jueves Santo miles de familias, desde tiempos coloniales, hacen el tradicional recorrido de las siete iglesias, para reflexionar sobre la pasión de Jesús.

Recuerdo que mis viejitos nos llevaban desde chicos a las ‘siete estaciones’ e íbamos con nuestros ramos de olivo en silencio, pensando en el sacrificio y el dolor que Jesús sufrió en la cruz, y odiábamos a los crueles soldados romanos porque no se cansaban de torturar al Hijo de Dios.

Toda la semana pasaban películas sobre la vida de Jesús, que veíamos con atención. Era impensable escuchar música en esos días. Ahora, nuevamente debemos hacer el homenaje a Jesús desde casa para evitar los contagios. Es necesario vivir la fe de manera más espiritual”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.


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