Yesabel le envió una solicitud al Chato.
Yesabel le envió una solicitud al Chato.

El Chato Matta llegó al restaurante por su papa a la huancaína, arroz con pollo, presa grande, y huevito duro. “María, me encanta ese tema de ‘Virus’: ‘Destino circular’, porque tu vida gira en el mismo lugar y todo se repite. Te lo digo porque me llegó una solicitud de amistad en el ‘Face’, era de Yesabel, la pucallpina blancona de ojos verdes.

La verdad, lo pensé muy bien antes de aceptar. Era una belleza salvaje, una mujer que se dejaba llevar por sus instintos, su pasión, pero a la vez era muy inteligente y calculadora. Tuvo una hija con un ‘pituco’ de su barrio que la engatuzó a sus 18 años, la abandonó y se fue a Miami para nunca volver.

‘Chato, me metí contigo porque no quiero que mi primita sufra con tus tramposerías’. Así de cínica era. Una noche me dijo: ‘Lo siento, ya no me vas a ver por algún tiempo, mi novio me va a poner un departamento en San Borja, es un político aprista muy bien conectado, está ‘tío’, pero me ha prometido mantenerme a mí y a mi hija'.

A la semana me llamó: ‘Chatito, puedes venir, al tío lo han contratado como gerente de una municipalidad de provincia, va a vivir allá’. María, yo me quedaba una semana en el depa, hasta usaba las batas del viejo. Con Yesabel pasábamos las tardes tomando chelas en el almuerzo, vinito en la noche y escuchando música.

Era una loca hermosa. Cuando venía el ‘novio billetón’, que era casado, yo desaparecía por unos días. Después volvía al ‘depa’. Cuando me iba a trabajar ella se la pasaba chateando. Se volvió una experta y viciosa.

Tenía novios en varios países de habla hispana: ‘Yo tengo que ‘florear’ y en inglés es imposible'. Tenía un objetivo claro, no chateaba por las puras, buscaba un hombre al que impresionara tanto que le propusiera matrimonio y se la lleve del Perú. Me lo confesó una vez ‘en modo Nadine’, borrachita de placer: ‘Te voy a dejar ni bien encuentre un ‘buen partido’ en España.

Te extrañaré, pero así es la vida, hazme tuya que nos queda poco tiempo'. Había cautivado a un joven de 25 años que trabajaba de administrador en una gran empresa en el puerto de Cadiz. El ‘chaval’, sin saber que la ‘joyita’ lo había pescado con anzuelo, le propuso casarse ‘por poder’ y llevársela a ella y a su hijita.

¿Y el tío?, le pregunté. ‘A ese no le voy a decir nada, me meció con el cuento de que se iba a divorciar para casarse conmigo’. Y de verdad ella se fue sin despedirse de nadie a España. Una noche, ebrio y con nostalgia, le escribí a su correo. Su respuesta me sorprendió y dolió: ‘Chato, fuiste lo máximo para mí en Perú. Ahora estoy con un esposo que me da todo a mí y a mi hija, y no quiero que lea una línea de Perú que me pueda comprometer. No me escribas más’.

Me sentí como un trapeador. Ella me gustaba. Busqué a Pancholón para tomar unos rones. El gordito mujeriego me dijo: ‘Ya, pe’ chato, no te me caigas, esa loba no es de nadie. Ya le fuiste y gozaste la pampa, olvídala. Te voy a presentar una traviesa del Callao'. Con el tiempo la borré de mi memoria. Después de años me escribe y dice: ‘Chatito, estoy esperando un vuelo humanitario para regresar a Lima. He pensado mucho en ti, en ‘nuestro depa’ de San Borja, quiero verte y estar contigo'.

Pucha María, estoy en una encrucijada. Por un lado tengo mi orgullo y por el otro quisiera verla para saber cómo está‘”. Ese Chato ya se parece al cochino y sinvergüenza de su amigo Pancholón. Me voy, cuídense.


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