Mi amigo, el fotógrafo Gary, y el grandazo redactor ‘Barney’ llegaron al restaurante para llevarse sus tallarines al pesto con su churrasco a la inglesa encima y su emoliente calentito para combatir el frío.
“María -me dijo Barney- ser periodista es una profesión peligrosa. Que lo digan los colegas brasileños que cubren las actividades del mandatario Jair Bolsonaro. Todos sabemos que el desaforado e irresponsable presidente desde un inicio minimizó la pandemia, ocasionando que Brasil sea el país con más contagios y muertes en Latinoamérica.
Ahora, el derechista fue víctima de su propia irresponsablidad, porque a muchas manifestaciones públicas iba sin mascarilla, dando un pésimo ejemplo a sus compatriotas. Esa actitud le pasó la factura: dio positivo en la prueba molecular. Y no se le ocurrió peor forma de comunicarlo que llamar a una conferencia con los medios de prensa y en un momento dado ¡¡se sacó la mascarilla!!, y dijo ‘ya ven, estoy bien’, y luego dio la noticia de su contagio.
Los periodistas se quedaron pasmados, ya que habían estado junto al presidente cuando habló sin mascarilla. Este episodio me hace recordar cuando cubrí en 1991 la terrible epidemia del cólera que azotó el país y que cobró 3 mil víctimas oficiales, aunque la cifra real pudo ser el doble.
Como tú sabes, las autoridades del Ministerio de Salud advirtieron a la población que comer pescado crudo, sobre todo en cebiche, podía provocar el cólera. Aquella vez acompañamos al presidente Alberto Fujimori al puerto de Pisco. Allí fue recibido por una nutrida manifestación de pescadores que estaban enardecidos porque la gente no compraba el pescado en los mercados por miedo al contagio y por la campaña del ministro de Salud.
El ‘Chino’, populista, a sabiendas de que los pescadores eran miles en toda la costa, se arriesgó y los arengó: ‘¿Quién dice que el pescado crudo da cólera? ¡¡Cólera me dan los alarmistas, prepárenme una fuentecita de cebiche para comerlo con los periodistas’.
Como por arte de magia apareció una fuente de cebiche y el presidente se dio sus buenas cucharadas en medio de los flashes de los fotógrafos. Los periodistas ‘palaciegos’, conocidos del jefe de Estado, comieron con miedo.
Allí se inició la llamada ‘guerra del cebiche’ entre el presidente y su ministro de Salud que renunció a las semanas. Luego, se demostraría que en verdad el pescado fresco, sacado de un mar no infectado con bacterias, podía degustarse crudo, pero igual, en esos tiempos de zozobra, comer cebiche era considerado hasta suicida.
En ese momento, los periodistas se arriesgaron a contraer la enfermedad porque sino el ‘Chino’ les cerraba la puerta de Palacio. Son gajes del oficio”. Pucha, Barney es un reportero que corre la cancha todos los días. Me voy, cuídense. María