Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos tallarines rojos con una pierna de pollo y, a un costado, cremita de papa a la huancaína. Para la sed, una manzanilla calientita.
“María, los peruanos somos especialmente creyentes en Dios, fervorosos con la fe. Aunque muchos pertenecen a iglesias evangelistas, la mayoría profesa el catolicismo. Por eso, la procesión del Señor de los Milagros congregaba cada año -hasta antes de la pandemia- a cientos de miles de fieles, muchos incluso llegados del extranjero especialmente para acompañar a la sagrada imagen, cuya historia es de película. Fue pintada en el siglo XVII por un esclavo proveniente de Angola, en la pared de una modesta propiedad del barrio del Pachacamilla adonde otros esclavos acudían a rezar.
El violento terremoto de 1655 destrozó ese lugar, pero de manera extraña el muro con la imagen de Jesús crucificado permaneció intacto. Para los creyentes, ese raro hecho solo tenía una explicación: se trataba de un milagro. Los esclavos, entonces, volvieron a levantar las paredes en ese sitio, pero en 1687 otro terremoto volvió a destruirlo todo. Solo quedó en pie, una vez más, el mural donde estaba pintada la imagen. A los ojos de los esclavos y de otras personas se trataba sin dudas de un nuevo milagro.
Así, los fieles, emocionados y más creyentes que nunca, decidieron salir a las calles llevando en hombros una copia de la pintura para mostrar su fe. Fue así como se dio inicio a la tradicional procesión del Cristo Moreno, una de las más grandes de todo el planeta, a la que asisten personas de todo el mundo. Luego de ese segundo sismo también se inició la construcción del santuario de Las Nazarenas, en lo que hoy es la avenida Tacna. Ese lugar es el que por estos días recibe más visitas que nunca, pues debido a la pandemia las procesiones están prohibidas.
Ayer veía larguísimas colas de miles de peruanos ansiosos por acercarse a la imagen del Señor. Mujeres y hombres, jóvenes, ancianos, niños, personas en sillas de ruedas, con sus mascarillas, avanzaban lentamente durante más de tres horas para ingresar al santuario con el fin de pedir favores y agradecer por los ya concedidos. Las procesiones del Señor de Pachacamilla, antes de la llegada del virus, se realizaban cada año en todo el Perú. En los barrios de Lima era común ver en octubre las procesiones que realizan las hermandades vecinales con sus integrantes vestidos de morado. Pero también se llevan a cabo en las distintas ciudades de Estados Unidos, en España, Paraguay, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Bélgica, Italia, Suiza, Japón, Alemania y otros países más. Que el Señor derrame sus bendiciones sobre todos los peruanos”.
Gary tiene razón. Me voy, cuídense.