Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un combinado de tallarines rojos, chanfainita y papa a la huancaína buenazo. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, uno de los males modernos es la ludopatía o el vicio por el juego. Le da tanto a hombres y mujeres. A viejos y jóvenes. A millonarios y obreros.
Hace poco se conoció que el cantante norteamericano Bruno Mars, una de las estrellas más importantes del pop, es un enfermo de los tragamonedas y casinos. Pero no es cualquier vicioso. Debe más de ¡cincuenta millones de dólares! por el juego.
No me puedo ni imaginar cuánto más ha perdido si debe esa cantidad. Por supuesto que necesita tratamiento urgente. La ludopatía no es un chiste. Debe ser vista como una enfermedad. Pero es un mal que no solo consume a quien lo padece, sino también a la familia. Porque los viciosos chocan con su sueldo primero, con objetos de la casa y hasta con la vivienda misma.
Siempre necesitan más dinero para cubrir su vicio. Es una cadena perniciosa. Empiezan apostando poco. Luego suben y suben, siempre con la idea de ganar lo perdido, hasta que no pueden salir.
Según los psicólogos, la ludopatía es una enfermedad que se caracteriza por un fracaso crónico y progresivo en resistir los impulsos de jugar apostando dinero. No todas las personas que juegan desarrollan una adicción al juego, del mismo modo que no todas las personas que beben terminan siendo alcohólicas.
Las personas que juegan compulsivamente suelen tener problemas de abuso de sustancias, trastornos de la personalidad, depresión o ansiedad. Yo sé de amigos que se amanecen en los casinos de Lima y dejan trabajos o la atención del hogar por la ‘timba’.
Algunos hasta salen a la calle para pedir monedas, pero no para comer, sino para seguir jugando, pues ‘esta vez sí tendrán suerte’. ¿Pero cómo sabemos si estamos enfermos?
Gastas más dinero del que inicialmente tenías destinado para el juego. Es por la ‘emoción’, pues siempre crees que esta vez sí tendrás el premio mayor.
Endeudarnos, ya sea a pequeña o gran escala. Pedir prestado para jugar ya es grave. Es porque te quedaste sin dinero que perdiste en el juego. Quieres recuperar lo perdido, pero te hundes más en el hoyo.
- Pasar más tiempo del que teníamos planeado. Dejas todo en el casino o tragamonedas. La familia, los amigos, el trabajo...
- Dejar de lado actividades planificadas, como salidas con los hijos, visitar a tus padres o los viajes de vacaciones.
- Ocultar o engañar sobre nuestro hábito de juego. ‘No pasa nada’ es la respuesta siempre. Ocultar es saber que algo malo se está haciendo.
- Jugar para recuperar lo perdido. Esa es siempre la idea. Lo que no sabes es que seguirás perdiendo y nunca ganarás nada”. Me voy, cuídense.