San Juan de Lurigancho. Segundo Apaza lloró tras admitir su delito ante los agentes de la División de Investigación de Homicidios de la Dirincri. (PNP)
San Juan de Lurigancho. Segundo Apaza lloró tras admitir su delito ante los agentes de la División de Investigación de Homicidios de la Dirincri. (PNP)

Mis amigos, el fotógrafo Gary y el redactor gigantón ‘Barney’, llegaron al restaurante por su sopa a la minuta, lentejitas con su bonito frito y su jarrita de chicha morada. “María, me dijo Barney, en mi carrera como periodista he visto cara a cara a decenas de feminicidas. También a otros psicópatas de miradas desafiantes mostrarse orgullosos de su terrible crimen, porque aseguraban que ‘les sacaban la vuelta’. Otros con ‘lágrimas de cocodrilo’ decían estar arrepentidos: ‘Se me pasó la mano’.

Pero nadie peor que Segundo Apaza, quien estranguló a su esposa Marleny Estrada (28) y la enterró debajo del dormitorio donde dormían. Luego fue a la policía a denunciar que ella lo había abandonado ‘por otro hombre’. Y cuando se organizaron para buscarla él estaba en primera fila. ‘A pesar que me engañaba quiero que regrese conmigo y con mis hijos’, decía ante las cámaras de televisión cínicamente. No le importaba el dolor de los familiares ni de sus pequeños hijos. Las autoridades pecaron de indiferentes ante los reclamos de los familiares, que desde un inicio responsabilizaban al esposo de la desaparición. Habían antecedentes de violencia familiar que la víctima denunció en la comisaría.

A su vez, los celos enfermizos de Apaza. Sobre todo cuando se inició la pandemia y Marleny decidió compartir la casa con su violenta pareja solo para no separarse de sus hijos. Este aislamiento forzado de Apaza, que se quedó sin trabajo, lo hicieron convertirse en un monstruo de los celos, pues Marleny, que dejó el trabajo como vendedora de frutas, comenzó a organizar la olla común de su barrio, y en las tardes se iba a Gamarra, donde tenía clientes que le pedían préstamos. Segundo se quedaba en casa rumiando su furia y tomando con un sobrino, Alex Delgado Apaza, de 18 años, quien lo habría ayudado a ocultar el cadáver.

El 12 de junio de este año, Marleny asistió a una pollada del comité de olla común y departió con tres amigas. A medianoche, una de ellas la dejó en la esquina de su casa. Nunca más nadie la volvió a ver. Solo quince días después la policía consiguió una orden del juez para registrar la casa. Llegaron con dos perros rescatistas, de frente los canes ladraron debajo de la cama. Allí, tapiado con losetas nuevas, encontraron el cuerpo de Marleny. Tenía la soguilla en el cuello con la que fue estrangulada. El principal sospechoso, su pareja, había desaparecido con sus hijos. Se convirtió en el hombre más buscado del país. Cuatro meses después fue capturado en La Paz, Bolivia. No pudo negar nada, su sobrino lo había delatado. Los familiares de la infortunada Marleny exigen cadena perpetua”. Pucha, qué terrible caso. Me voy triste, cuídense.




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