
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudadito de mero con su limoncito y rocoto molido. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, mañana domingo se celebra el Día del Niño. Muchas de las familias aprovecharán la fecha para salir con sus hijos, agasajarlos, darles regalos y pasear por parques y centros comerciales. Todo muy bien, pero no debemos olvidarnos que los pequeños no solo necesitan un día para ser felices, deberían serlo siempre. Por eso es obligación de los padres y tutores darles un hogar donde reinen la paz, la tranquilidad, el amor y la comprensión.
Una infancia feliz hace mejor ciudadanos a las personas. Los padres debemos evitar las peleas violentas delante de ellos y siempre estar atentos a sus requerimientos. El entorno es clave para triunfar en la vida. Un niño que crece en el amor de sus padres podrá ser después una buena persona, pues adquirirá una fuerte personalidad y carácter, indispensable para enfrentarse a las vicisitudes de la vida.
Los especialias coinciden en que un hogar para los niños debe ser un espacio seguro, cómodo y estimulante que fomente su desarrollo físico, emocional y cognitivo. Un lugar donde se sientan amados, protegidos y con la libertad de explorar y aprender. Los hogares tóxicos, donde el papá o la mamá están ausentes, o se agreden física o psicológicamente, no son espacios adecuados. Los menores crecen con traumas que luego revelan en la adultez.
En lo posible, la crianza debe tener a las dos fortalezas de la familia: papá y mamá. Es importante que los criaturas vean siempre a ambos, compartiendo momentos, viajes, cumpleaños y hasta los desayunos juntos. Incluso, cuando hay divorcios el padre o la madre deben seguir siendo una presencia constante para los niños.
Un padre debe priorizar a sus hijos en todo. Antes de ir a una fiesta, a una cita amorosa, a un partido de fulbito o lo que sea, primero está ver a sus retoños. Todos hemos sido niños y sabemos la alegría que nos produce ver a nuestros papás en el colegio. Aprendamos eso”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








