El fotógrafo Gary llegó al restaurante con hambre. Se pidió un plato grande de escabeche de bonito con su huevo sancochado y aceitunas de botija, además de una porción de arroz blanco y rocotito molido. También una jarra de agua de hierbaluisa caliente. “María, otra mujer fue asesinada por su pareja. Solo de enero a mayo se registraron 45 feminicidios y 104 tentativas en el país. En uno de los últimos casos, una mujer de 35 años fue encontrada desnuda y con signos de estrangulamiento en su dormitorio. Al lado de su cama había una sospechosa inscripción en la pared: ‘No debiste dejarme. Perdóname, te amo, Luis Alberto’. La policía descubrió que el asesino había sido su propio esposo, quien alteró la escena del crimen para que parezca un suicidio motivado por el supuesto amante de la mujer. El pasado 5 de julio ocurrió un crimen similar en un hostal sin estrellas de San Juan de Lurigancho. Se trataba de una pareja de esposos separados que de vez en cuando tenían sus encontrones para recordar viejos tiempos. Tuvieron relaciones sexuales, empezaron a conversar de su relación y en eso él montó en cólera, cogió una bolsa de rafia y la estranguló. Luego colocó el cadáver debajo de la cama y se marchó cuando empezaron a cantar los gallos. Cuando lo detuvieron confesó que la mató porque ella no quería regresar a su lado, solo aceptaba tener unas saliditas a escondidas de sus hijos, ya mayores, como si fueran amantes. Dos historias parecidas y con un móvil en común: los celos, que –según dicen– es ‘mal de muchos, consuelo de todos’. Y, a veces, tienen consecuencias fatales.
Según los especialistas, en realidad los celos en pequeñas dosis son normales y hasta saludables, incluso pueden calificarse como románticos. Lo malo es que cuando son excesivos pueden convertirse en enfermizos y causar irremediable dolor no solo a quien los tiene, sino también a su pareja y sus familias. Para evitar esos desórdenes de la mente, las personas deben conocer sus causas. Una de ellas, tal vez la principal, es la baja autoestima, propia de personas inseguras que no se sienten con los atributos, físicos y morales, necesarios para hacer que sus parejas las amen y les sean fieles. Viven con el constante temor de perder al ser amado, de que otro se lo arrebate. La ansiedad y obsesión son permanentes. Se trata, entonces, de una dificultad para valorarse a sí mismo, a lo que se puede sumar alguna mala experiencia en la infancia y modelos afectivos mal aprendidos. Por eso, los psicólogos y psiquiatras recomiendan mantener una vida con equilibrio mental, realizar actividades gratificantes y reconocer que la pareja no es propiedad de nadie”. Tiene razón mi amigo Gary. Me voy, cuídense.
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