
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una jalea de pescado frito, mariscos y yuquita frita. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, hoy se celebra en todo el mundo el Día del Trabajo, en recuerdo y homenaje a todos aquellos que lucharon por la jornada laboral de 8 horas a fines del siglo XIX.
En especial hay que reconocer a esos hombres y mujeres que todos los días salen a trabajar tempranito para alimentar y dar lo mejor a sus familias, llueva, truene o haya un calor infernal. Sobre todo a las madres solteras que se convierten en unas leonas a fin de mantener a sus hijitos, sin necesitar de los malos padres.
Los peruanos, ya lo hemos dicho, son fenomenales y muy trabajadores. No le hacen ascos a nada. Pueden laborar de todo: carpinteros, albañiles, vendedores, taxistas, jardineros, paseadores de perros y mucho más.
Por eso, cuando se van al extranjero destacan entre los demás por su sacrificio y creatividad. Nada que ver con otros inmigrantes que solo van a robar, extorsionar o matar gente.
Ahora las mujeres han incursionado en sectores históricamente vinculados a hombres, como las minas, el transporte público, construcción civil y fuerzas armadas.
El trabajo es la vía hacia el progreso y la prosperidad. Pero sobre todo el trabajo honesto. Nada que ver con esos delincuentes que han iniciado una ola criminal sin precedentes en el Perú, a través de extorsiones, sicariato y secuestros. Esos deben acabar sus días en la cárcel.
Mis respetos a los mototaxistas que están todo el día llevando y trayendo gente, de sol a sol; a los camioneros que recorren el Perú entero por costa, sierra y selva.
A los vigilantes particulares, los policías que arriesgan sus vidas, a los pescadores que se internan en el mar, a los profesores que nos enseñan las primeras letras, a los comerciantes del mercado que le sonríen a las caseritas, a los emprendedores de Gamarra y Mesa Redonda, a las mamitas de los comedores populares que con poco hacen mucho y en general a los chambeadores de todo el país: ¡Feliz día!”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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