Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de pollo con frejoles y arrocito blanco. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, la delincuencia no da descanso a la Policía y a la sociedad en general. Cada día se gestan nuevas modalidades del delito y aparecen más bandas. La ciudadanía permanece indefensa, pues en donde sea uno es objeto de robo, asalto, extorsión o estafa. En Miraflores, un distrito considerado hace poco como muy seguro, están ocurriendo asaltos callejeros y también robos a residencias. Los extorsionadores, especialmente los venezolanos y colombianos que han llegado al Perú cual hordas, piden cupos a todo el mundo: a los que organizan campeonatos de fulbito, mototaxistas, bodegas, panaderías, pollerías y hasta a los artistas populares. Ya no respetan ni a los policías. Casi todas las semanas asesinan a uno en atraco, enfrentamiento o por venganza. La gente insiste en pedir mano dura contra los rateros, pero una vez más los llamados ‘caviares’, esos que viven de consultorías y de las remesas que reciben las ONG desde Europa y Estados Unidos, se oponen con el cuentazo de que a los delincuentes se les debe respetar los derechos humanos.
O sea que a esos ‘angelitos’ que matan, extorsionan, secuestran y roban con pistola hay que tratarlos con cariño, construirles cárceles bonitas y con comida de primera, y a las víctimas que las aplaste un tren. El mundo al revés. Ojalá que no acabemos como Ecuador, donde hace poco un cártel de las drogas, llamado ‘Los Chonas’, asesinó a un candidato a la presidencia de ese país que iba como favorito. Con esta inacción y la mano blanda de jueces y fiscales, el hampa nos está ganando la batalla. Espero que el pueblo sabio sepa elegir en los próximos comicios a un alcalde o un presidente que sí nos defienda y que sí aplaste con toda la fuerza de la ley y las armas a las organizaciones criminales.
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