
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una cachemita frita con yuca, arrocito y salsa criolla. Para tomar pidió una jarrita de emoliente calientito. “María, los que vivimos en una gran ciudad como Lima, donde las distancias son largas, el tráfico un infierno y la inseguridad nos ataca todos los días, estamos expuestos a un estrés enorme que al final afecta nuestra salud. Muchos lo llaman el ‘mal silencioso’ o la puerta hacia enfermedades, como cáncer, vitiligo, infartos o episodios de aneurisma. Una de las profesiones que está sometida a mucha presión es la de periodista. Tú sabes cómo es recorrer la cancha, escribir veloz, ayudar en el cierre de edición y hacer los cambios de último minuto. Uno de mis colegas, que era un ‘tigre’ reporteando hasta de madrugada, sin horario de salida, finalmente cayó enfermo y muy mal. Le dio un ‘surmenage’.
Su organismo no aguantó tanta exigencia, tan pocas horas de sueño, un mal hábito alimenticio y nada de esparcimiento. Por eso, uno debe manejar sus tiempos. Cuando hay que trabajar, pues hay que hacerlo con alma, corazón y vida. Ganarnos el pan con todo derecho. Pero a la vez debemos respetar nuestros días de descanso y relajarnos lo más que se pueda. Hay que salir a pasear con la familia, reírnos, visitar a los amigos, jugar fulbito, ir al cine, viajar, bailar mucho y gozar de la vida, que es el bien más preciado. El estrés causa, además, úlceras gástricas, dolores de cabeza y nos cambia el ánimo, siendo la familia la más perjudicada. Algunos consejos:
- Mantén un estilo de vida saludable, con dieta equilibrada, ejercicio regular y suficiente sueño.
- Aprende a establecer límites saludables en el trabajo y en las relaciones personales. No es necesario asumir todas las responsabilidades.
- Reserva tiempo para actividades que disfrutes, como leer, bailar, pasear o jugar. Eso mejora el estado de ánimo.
- Si el estrés es persistente o te afecta mucho, busca la ayuda de un profesional.
- Dale más importancia a los hobbies que te encantan y que ansíes mucho. Nada de trabajo”.
Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








